Esta impronta se manifiesta no solo en aspectos superficiales (la temática mitológica de muchos de sus cuadros), sino también en su actitud vital. Cuando se instaló en Amberes, en 1608, se hizo construir una lujosa mansión-taller, donde llevaba una vida metódica: se levantaba de madrugada y, tras oir misa, pintaba durante doce horas, mientras un lector le leía en voz alta textos de Plutarco, Tito Livio o Séneca. Él mismo había diseñado esa casa, según un estilo renacentista italiano. Es significativo que hiciera grabar la siguiente inscripción para decorar el arco del jardín:
“Dejemos a los dioses el cuidado de procurarnos sus dones y de concedernos lo que más nos conviene, pues ellos quieren a los hombres más de lo que los hombres se quieren a sí mismos”; “Pidamos la salud del cuerpo y la del espíritu. Un alma fuerte que no tema a la muerte, inaccesible a la cólera y a los deseos vanos”.Representó este arco en el cuadro “El jardín del amor”, pintado años después (en 1630) y sobre el que enseguida volveremos, si bien en el cuadro no se aprecia la inscripción:
No tengo documentado en qué idioma estaba escrita la inscripción, si en latín o en flamenco. Probablemente estaba escrita en el original latino, pues dicha inscripción no es otra cosa que reproducción libre de unos versos latinos de Juvenal, de la Sátira 10 (precisamente la sátira de la que también procede la “sentencia” mens sana in corpore sano) (Juvenal, Sátiras 10.346-50, 356-60):
permittes ipsis expendere numinibus quidEn 1630 Rubens, viudo de su primera esposa, decidió casarse de nuevo. La elegida fue Hélène Fourment, de dieciséis años, hija de un comerciante acomodado. Hélène sirvió de modelo a Rubens para numerosos cuadros, entre ellos algunos de temática mitológica, de los encargados por Felipe IV para decorar la Torre de la Parada: Las Tres Gracias (1625-30), El juicio de Paris (1639) y la Andrómeda liberada por Perseo (1639-40). Los tres están en el Museo del Prado.
conveniat nobis rebusque sit utile nostris;
nam pro iucundis aptissima quaeque dabunt di.
carior est illis homo quam sibi. [...]
orandum est ut sit mens sana in corpore sano.
fortem posce animum mortis terrore carentem,
qui spatium vitae extremum inter munera ponat
naturae, qui ferre queat quoscumque labores,
nesciat irasci, cupiat nihil.
Debes delegar en los dioses mismos qué
nos conviene y qué es idóneo a nuestras circunstancias;
pues los dioses nos concederán, en lugar de los más gozoso, lo más adecuado.
El hombre es para ellos más querido que para sí mismo.
Hemos de pedir tener una mente cuerda en un cuerpo sano.
Pide un espíritu fuerte, ajeno al miedo a la muerte,
que considere la vejez un regalo de la naturaleza,
que sea capaz de soportar cualesquiera pruebas,
sea incapaz de montar en cólera, y no desee nada.
El cuadro El Juicio de Paris es mi favorito del pintor. Paris era hijo del rey de Troya, Príamo. Pero fue abandonado por su padre en el monte, porque la madre, Hécuba, había soñado, cuando estaba embarazada de Paris, que paría una antorcha ardiente que incendiaría y destruiría la ciudad de Troya. Por tanto, Paris creció desde niño entre pastores, y como pastor aparece caracterizado en el cuadro de Rubens. Por cierto, es de notar el parecido de este Paris de Rubens con el actor que interpreta a Paris en la película Troya (2004), Orlando Bloom. Estoy convencido de que el director, los productores o los encargados de casting de la película recordaron el Paris de Rubens, para caracterizar al Paris del filme y dar el papel:
El dios Mercurio le entrega la manzana de oro de la diosa Discordia, por encargo de Júpiter, para que Paris decida cuál de las tres diosas es más bella: Minerva, Venus y Juno. Venus, que ocupa la posición central y preeminente, es un retrato de Hélène Fourment:
Este matrimonio con la joven Hélène supondrá un estímulo para el maduro pintor, infundiéndole espíritu positivo y deseos de vivir. El poeta latino Juvenal había disuadido en su Sátira 6 del matrimonio. Pero precisó que, en el caso raro de que se lograra encontrar a una buena esposa, habría que ofrendar a la diosa Juno en agradecimiento (Juvenal, Sátiras 6.47-48). Eso es exactamente lo que hizo Rubens, cuando pintó “El Jardín del Amor”. En ese cuadro se plasma alegóricamente la felicidad conyugal, en el jardín de su mansión. Los putti o amorcillos simbolizan el amor. Y la fuente de la derecha representa precisamente a Juno, la diosa del matrimonio, de la que manan caños de amor, fertilidad y felicidad.
es increible los trozos estrofas y parrafos de poetas escritores antiguos
ReplyDeletedonde piensas que las cosas eran estrictas y rígidas y te das cuenta de que no es así
abre mi mente
sigue escribiendo
de verdad me encanta lo que escribes
Pues yo no entiendo mucho, creo que me gusta lo que escribes, pero no soy tan inteligente, debo releer, solo que para un trabajito mío, de los que hago, me gustó un poema de Jacques Prévert y he dado con tu blog... pero no con el poema que habla de un Beso, si me das un beso.....etc... es en serio eh? jajaja me ayudas? es corto y lo acabo de ver de pasada en la tv, pero no me ha dado tiempo de anotarlo! Soy de México, saludos!!!
ReplyDeleteSí que se parece Orlando Bloom al Paris de Rubens. ¿Pero realmente lo habrán tenido en cuenta?..mmm me parece demasiado bonito.
ReplyDeletePor cierto, me uno a tus elogiadores, sigue escribiendo!
Este post, tan interesante como de costumbre, me hace pensar en varias cosas. Por un lado, el hecho de que Rubens haga grabar una inscripción de Juvenal (probablemente en latín) en el arco del jardín me recuerda a la cita todavía más hermosa de Lucrecio que el joven matrimonio protagonista de Pepita Jiménez hizo inscribir al pie de la estatua, esmerada copia de la Venus de Médicis, que adorna su merendero, “un airoso templete, con pórtico y columnas de mármol blanco”: “Nec sine te quidquam dias in luminis oras / exoritur, neque fit laetum, neque amabile quidquam"” (y sin ti nada emerge a las divinas riberas de la luz, ni hay sin ti el mundo amor ni alegría). Qué significativa es esta cita del amor correspondido, del amor pleno, que llena y colma, amor bálsamo que hace la vida soportable y hasta amena. Algo así debió de sentir Rubens con la joven Hélène (¡mi tocaya!). Como el cuadro de Rubens, las páginas finales de la novela de Valera, son plasmación de la recién adquirida felicidad conyugal.
ReplyDeleteSimplemente quería darte la enhorabuena. Estoy convencido de que muchas más personas te habrán felicitado, pero creo que munca está de más reconocer la excelencia. Por supuesto te incluyo en los favoritos de mi blog.
ReplyDeleteSaludos y animo.
Llego aquí por la recomendación de Juan Pedro Quiñonero en su blog, Una temporada en el infierno, y deseo felicitarte. Me contarás entre tus visitantes asiduos. Saludos afectuosos
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Muchas felicitaciones, me gusta la manera en que abordas tus entradas al blog: muy bien escritas y documentadas. Voy a recomendarte en el mío.
ReplyDeletelaumendinueta.blogspot.com
Felicidades por el blog, he entrado por casualidad, me ha encantado.
ReplyDeleteHe seguido tu blog por algún tiempo y desde el inicio me impresiono por la sensibilidad y profundidad de tus apreciaciones.
ReplyDeleteOjala las circunstancias permitan que la frecuencia de las mismas aumente.
Los mejores deseos.
La observación de Helena Andrade me parece muy sagaz y en modo alguno traída por los pelos, porque pienso que las afinidades entre Don Juan Valera y Rubens no son casuales. Ignoro si el cordobés sabía poco o mucho sobre la vida del flamenco pero hay algo que los unifica: el refinado epicureismo con que ambos trataron de sacarle fruto a la existencia, sobre todo por lo que atañe a las delicias de la alcoba.
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ReplyDeleteComo me puedo inscribir a tu canal?
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