La música que consuela
La música consuela de las penas, muy especialmente de las de amor. Quien canta, sus males espanta, nos recuerda el refranero popular español. Consuela componer música, ejecutarla y hasta simplemente escucharla. Un día, los neurobiólogos descubrirán, si no lo han hecho ya, que oír música incrementa la concentración de algún neurotransmisor del cerebro, como la serotonina o la dopamina, cuya presencia desciende catastróficamente cuando sufrimos de males de amor o estamos deprimidos.
Me ha recordado este motivo la lectura de un estupendo artículo de Mario Vargas Llosa, “El gusanillo de los libros”, en el diario El País de 21 de agosto de 2005, págs. 11-12. Este escritor nos recuerda el caso del compositor Gustav Mahler, que se consoló con la música de su infelicidad conyugal:
“[en] el verano de 1910, [...] Mahler, ya enfermo del corazón, devastado con el descubrimiento de que Alma, su mujer, lo engañaba con el arquitecto Walter Gropius, y luego de un viaje a Holanda para consultar a Sigmund Freud a fin de que lo aconsejara sobre cómo salvar su matrimonio, se las arregló para componer la Décima Sinfonía, en apenas un par de meses.”Nihil novi sub sole ("nada nuevo bajo el sol"). El poeta latino Propercio nos cuenta en su poema 1.3 que, cuando hacía esperar a su amada Cintia, ésta se consolaba de la espera y de la angustia bordando y tañendo la lira. Son palabras puestas en boca de Cintia (vv. 37-46):
namque ubi longa meae consumpsti tempora noctis,Cintia habla de la lira de Orfeo. Precisamente este cantor mítico de Tracia tenía un poder mágico sobre la naturaleza: (con)movía las piedras, animaba árboles, amansaba fieras. Como el flautista de Hamelín, como Tamino (el protagonista de La flauta mágica). Orfeo perdió a su amada Eurídice, cuando ésta fue picada por una serpiente. Pero bajó al Hades a buscarla, y logró con la magia de su música conmover a la divinidades infernales para que le devolvieran a Eurídice a la vida. Pero los dioses del Averno le impusieron una condición: Orfeo no debía volverse a contemplar a Eurídice hasta que ambos no hubieran ascendido completamente del inframundo. Orfeo no fue capaz de cumplir esta condición, y perdió a su amada por segunda y definitiva vez. Virgilio cuenta toda la historia (en el libro IV de sus Geórgicas), y precisa que Orfeo se consolaba con la música cuando perdió a Eurídice por primera vez (vv. 464-466):
languidus exactis, ei mihi, sideribus?
o utinam talis perducas, improbe, noctes,
me miseram qualis semper habere iubes!
nam modo purpureo fallebam stamine somnum,
rursus et Orpheae carmine, fessa, lyrae;
interdum leviter mecum deserta querebar
externo longas saepe in amore moras:
dum me iucundis lassam Sopor impulit alis.
illa fuit lacrimis ultima cura meis.'
"Pues unas veces engañaba al sueño con el estambre,
y luego, agotada, con la tonada de la lira de Orfeo;
otras veces, abandonada, me quejaba quedo a solas
de tus frecuentes y largas ausencias en amoríos con otras:
hasta que el Sueño me empujó, agotada, con su gratas alas.
Esa fue la última preocupación de mi llanto."
ipse caua solans aegrum testudine amorem
te, dulcis coniunx, te solo in litore secum,
te ueniente die, te decedente canebat.
"Él, consolando su desgraciado amor con el hueco caparazón,
te cantaba a ti, su dulce esposa, a ti a solas en la desierta ribera,
a ti al despuntar el día, a ti al ocaso."