De donde nadie regresa
Ahora que parece que la Iglesia Católica ha suprimido el dogma del limbo, no sé si estará igualmente en discusión la creencia en el infierno, como lugar donde las almas de los pecadores van, tras la muerte, para sufrir un castigo eterno. Estoy convencido de que la Iglesia Católica asimiló, en gran medida, su concepción del Infierno de las creencias paganas clásicas, y no (o no tanto) de las Sagradas Escrituras. Por supuesto, adaptándolas a su propósito. Pero no me voy a detener en esto hoy.
Los griegos y romanos no tenían una concepción única y unívoca sobre la vida ultraterrena, sobre cuál era el destino que esperaba a las almas de los hombres, cuando morían. La creencia más generalizada es que las almas de los muertos iban a un paraje, ubicado en el subsuelo, llamado Hades (o Averno). Allí los espíritus llevan un tipo de “vida” (si es que se puede llamar así a lo que, en realidad, es no-vida) bastante anodina y desvaída. Sí, “desvaída” en un doble sentido: porque su estado de ánimo es triste, abatido y desesperanzado; y porque la apariencia física y óptica de estos fantasmas es traslúcida y oscura. Es decir, los griegos y romanos pensaban lo mismo que Joaquín Sabina: “hay vida más allá, pero no es vida”.
Una peculiaridad del Hades es que es muy fácil acceder a este emplazamiento, pero que resulta muy difícil, o prácticamente imposible, regresar de allí, una vez que se ha bajado. Este detalle se convirtió en un motivo literario. Veamos algunos ejemplos.
Cuando Catulo lamenta la muerte del pajarito de Lesbia (en su poema 3), se queja de que el animal marcha ahora por un camino del que nadie regresa (vv. 11-18):
En el famoso monólogo “To be or not to be” (del que hablé aquí), de Hamlet, en la tragedia homónima de Shakespeare, el protagonista confiesa que se suicidaría, para no tener que seguir soportando los males de la vida, si no fuera porque teme al más allá, que define como un “país no descubierto, de cuya frontera ningún viajero regresa”:
Los griegos y romanos no tenían una concepción única y unívoca sobre la vida ultraterrena, sobre cuál era el destino que esperaba a las almas de los hombres, cuando morían. La creencia más generalizada es que las almas de los muertos iban a un paraje, ubicado en el subsuelo, llamado Hades (o Averno). Allí los espíritus llevan un tipo de “vida” (si es que se puede llamar así a lo que, en realidad, es no-vida) bastante anodina y desvaída. Sí, “desvaída” en un doble sentido: porque su estado de ánimo es triste, abatido y desesperanzado; y porque la apariencia física y óptica de estos fantasmas es traslúcida y oscura. Es decir, los griegos y romanos pensaban lo mismo que Joaquín Sabina: “hay vida más allá, pero no es vida”.
Una peculiaridad del Hades es que es muy fácil acceder a este emplazamiento, pero que resulta muy difícil, o prácticamente imposible, regresar de allí, una vez que se ha bajado. Este detalle se convirtió en un motivo literario. Veamos algunos ejemplos.
Cuando Catulo lamenta la muerte del pajarito de Lesbia (en su poema 3), se queja de que el animal marcha ahora por un camino del que nadie regresa (vv. 11-18):
qui nunc it per iter tenebricosumComo es sabido, en el libro VI de la Eneida de Virgilio, Eneas solicita a la sibila de Cumas instrucciones para bajar al Hades, con la intención de recabar información de los muertos, y regresar después al mundo de arriba, el de los vivos. La sibila le advierte que el descenso es fácil, porque el Averno, como si se tratara de una tienda "after-hours", está abierto las 24 horas del día. Lo que resulta realmente complicado es regresar (vv. 124-129):
illuc, unde negant redire quemquam.
at vobis male sit, malae tenebrae
Orci, quae omnia bella devoratis:
tam bellum mihi passerem abstulistis.
o factum male, o miselle passer,
tua nunc opera meae puellae
flendo turgiduli rubent ocelli.
Éste ahora avanza por aquel camino tenebroso
de donde dicen que nadie regresa.
¡Malditas seáis, malditas tinieblas
del Orco, que engullís todas las cosas bellas!
¡Me habéis robado a un pájaro tan bello!
¡Qué desgracia, qué pena de pajarillo!
Por tu culpa ahora los ojillos de mi niña
enrojecen y se hinchan de tanto llorar.
Talibus orabat dictis arasque tenebat,
cum sic orsa loqui vates: «sate sanguine divum,
Tros Anchisiade, facilis descensus Averno:
noctes atque dies patet atri ianua Ditis;
sed revocare gradum superasque evadere ad auras,
hoc opus, hic labor est.
Con tales palabras [Eneas] le imploraba y tocaba los altares,
cuando la sibila tomó la palabra, así: "Linaje de sangre de dioses,
troyano hijo de Anquises, es fácil la bajada al Averno:
las noches y los días permanece abierta la puerta de Dite;
pero hacer el camino de regreso y escapar a los aires de arriba,
eso cuesta trabajo, eso conlleva sufrimiento."
En el famoso monólogo “To be or not to be” (del que hablé aquí), de Hamlet, en la tragedia homónima de Shakespeare, el protagonista confiesa que se suicidaría, para no tener que seguir soportando los males de la vida, si no fuera porque teme al más allá, que define como un “país no descubierto, de cuya frontera ningún viajero regresa”:
For who would beare the Whips and Scornes of time, […]El poeta contemporáneo Luis Alberto de Cuenca, de quien he citado ya varios textos en este blog (ver aquí, aquí y aquí), porque asimila y desarrolla estupendamente varios temas clásicos, trata el mismo motivo en un sentido poema, publicado originariamente en el libro Versos (1995), y al que el cantante de rock Loquillo ha puesto música:
When he himselfe might his Quietus make
With a bare Bodkin? Who would these Fardles beare
To grunt and sweat vnder a weary life,
But that the dread of something after death,
The vndiscouered Countrey, from whose Borne
No Traueller returnes, Puzels the will,
And makes vs rather beare those illes we haue,
Then flye to others that we know not of.
(vv. 70, 75-82)
Pues ¿quién soportaría los azotes y desaires del tiempo, […]
cuando él mismo podría procurarse tranquilidad
con una simple daga? ¿Quién aguantaría sufrir estas taras,
para gemir y sudar bajo la carga de la vida,
si no fuera porque el miedo a algo tras la muerte,
a ese país desconocido, de cuya linde
ningún viajero regresa, confunde a la voluntad
y nos hace aguantar estos males que tenemos,
antes que escapar en pos de otros ignorados?
CUANDO PIENSO EN LOS VIEJOS AMIGOSPara la imagen, posiblemente de Cuenca se inspiró en el poema 3 de Catulo, que él había traducido así, en los versos relevantes: “Ahora marcha por un camino tenebroso / hacia el país de donde nadie regresa”. Es curioso que en Catulo no leemos ningún equivalente a la palabra “país”, pero Luis Alberto de Cuenca introduce la palabra “país”, tanto en su traducción de Catulo como en la imitación libre del motivo en un poema original. No hay que ser muy perspicaz para sospechar que ese término lo tomó Luis Alberto de Cuenca (quizá inconscientemente) del parlamento de Hamlet, donde, en el contexto del mismo motivo, se usa el sustantivo “country”. Y es que, a veces, las líneas de influencia de la tradición clásica son complejas y sinuosas.
Cuando pienso en los viejos amigos que se han ido
de mi vida, pactando con terribles mujeres
que alimentan su miedo y los cubren de hijos
para tenerlos cerca, controlados e inermes.
Cuando pienso en los viejos amigos que se fueron
al país de la muerte, sin viaje de vuelta,
sólo porque buscaron el placer en los cuerpos
y el olvido en las drogas que alivian la tristeza.
Cuando pienso en los viejos amigos que, en el fondo
del mar de la memoria, me ofrecieron un día
la extraña sensación de no sentirme solo
y la complicidad de una franca sonrisa…
Labels: L. Alberto de Cuenca, tópicos literarios, Tradición Clásica
15 Comments:
Como siempre, muy interesante el artículo: ¡lastima que no te prodigues mucho!
Y después de los elogios la crítica: en la Iglesia católica el limbo nunca fue un dogma; el infierno, en cambio, sí: es decir, que en lo que a la Iglesia Católica respecta, el infierno existirá siempre.
Tampoco estoy de acuerdo en la dependencia del mundo clásico en la teología cristiana sobre el más allá: aspectos secundarios, de imágenes, literarios sí, pero ahí se acaba la cosa. El tema es mucho más complejo, como tú mismo insinúas.
Saludos
Muchas gracias, Ángel, por el pertinente comentario.
Empiezo dándote la razón: es verdad que la creencia en el limbo nunca ha sido dogma en la Iglesia Católica. Creo recordar que el Papa definió está creencia o propuesta como una "hipótesis teológica". Yo he hecho una redacción simplista, en aras de la claridad, cuando he escrito que era un dogma el del limbo. Igualmente, llevas razón cuando recuerdas que la creencia en el Infierno sí es un dogma para la Iglesia Católica. Así consta, por ejemplo, en el catecismo oficial, disponible en varios idiomas (también en latín) en la página Web del Vaticano. Lo que no comparto contigo es la idea de que, al ser dogma, el Infierno siempre existirá para la Iglesia Católica. Es un dogma ahora, pero no lo ha sido siempre. Es un dogma que, como todos los dogmas, tuvo un inicio, está históricamente condicionado y, lo mismo que empezó a existir como tal dogma, podría dejar de existir. Me permito recordar que el Infierno fue impuesto como dogma de fe en el concilio de Letrán, en el año 1123; entonces se estableció castigo de prisión, tortura y hasta muerte para los que osaran negarlo. Pero, hasta entonces, había habido una discusión en el seno de la misma Iglesia. Algunos padres de la Iglesia, englobados en la corriente llamada misericordista (especialmente, padres de la Iglesia griega del siglo IV d.C., como Gregorio Nacianceno y Gregorio de Nisa), sostenían que el fuego del Infierno era simbólico y purificador, y que la duración del Infierno no era eterna, sino temporal. En cambio, otra facción, acaudillada por Agustín de Hipona y Jerónimo de Estridón (los llamados rigoristas), postulaba vehementemente que el fuego del Infierno era real, y el castigo eterno. La tesis rigorista fue muy desarrollada por Agustín de Hipona, en el libro XXI de su Ciudad de Dios, y acabó por imponerse sobre la otra tesis, en el concilio de Letrán, como ya he dicho. Por cierto, el dogma del Infierno, como otros dogmas de la Iglesia, tiene escaso apoyo doctrinal en las Sagradas Escrituras. Es una invención posterior, y que debe más al Infierno pagano que a las alusiones veladas que puedan espigarse a un Gehenna en el Evangelio.
Para mí, lo importante es considerar que lo que la Iglesia presenta como verdades eternas en realidad son propuestas históricamente condicionadas que, por razones contingentes, se impusieron sobre otras propuestas alternativas en un momento dado. Lo mismo podría decirse sobre otros muchos "dogmas" de la Iglesia, como la trinidad, la naturaleza de Jesús (¿hijo de Dios o Dios mismo?), la virginidad de María, la resurrección de Jesús, etc. Estos dogmas surgieron a partir de discusiones, y lograron imponerse, porque la facción que los apoyaba triunfó sobre otras facciones (que, automáticamente, pasaron a ser consideradas heréticas y a ser perseguidas).
En otro orden de cosas, yo sí estoy convencido de que la Iglesia, como religión y doctrina, debe mucho a la cultura clásica y a algunas religiones paganas. Como tú dices, la cuestión es compleja. Solo apuntaré algunas ideas, a vuela pluma. La religión cristiana es históricamente una secta o escisión de la religión hebrea. El factor diferencial (introducido por Pablo de Tarsos) es la extensión de la religión a devotos “gentiles”, frente a la religión judía, que es de carácter racial y exclusiva para los individuos judíos. A partir de ahí, se convierte en una religión de salvación, que promete la vida eterna a los iniciados, siguiendo exactamente el mismo esquema de las religiones paganas mistéricas (la de Isis, el mitraísmo, el orfismo). Es una religión monoteísta, lo cual procede, en parte, del monoteísmo judío, pero en parte también del henoteísmo de la religión griega (supremacía de Zeus). Sería muy largo extendernos en la profunda influencia del paganismo en el calendario litúrgico, en la iconografía de los seres divinos, etc. Estoy convencido de que un conocimiento profundo del origen histórico de todas estas creencias y dogmas de la Iglesia contribuiría sustancialmente al desengaño de muchos creyentes. Pero eso no le interesa a la Iglesia: en clases de religión y en las catequesis solo se enseña doctrina y catecismo (como verdades inmutables, como “dogmas”), pero no historia de la religión.
Gracias por leer y criticar. Un saludo muy cordial.
podemos mandar a alguien atado a una cuerda en viaje de exploración, y que nos lo cuente. Si no lo dejan salir que nos lo escriba, tiramos de la cuerda y ya está,
Los literarios acostumbran a dejar un hilo del que poder tirar luego,...
volviendo al tema yo opino, que suprimir el descansillo en el camino, no es práctico, se puede usar como destintorería, o translucitador, y en tanto se pueden escuchar unas historias sobre lo que va a contecer dispares, y muy reflexivas, ensasayando las disculpas que le valgan.
Definitivamente si me dedicara a arrejuntar palabras no lo suprimiría,
Anarkasis
El artículo me ha parecido muy ameno e interesante. Me ha recordado que cuando yo estaba en cuarto de EGB, con unos 9-10 años, el maestro, que nos daba todas las materias, incluida religión, nos hacía unas descripciones horrorosas del infierno católico, que a mí no me parecían convencionales, más bien espantosas. Allí estaba el fuego crepitante y los diablos con los trinchadores pinchándote como si fueras un cacho de carne, la oscuridad tenebrosa, el olor hediondo a azufre... Él siempre remataba diciendo "y el fuego nunca se consumía". La Iglesia ha estado enseñando este imaginario horrendo, tan bién pintado por el Bosco, durante siglos... hasta hace unas décadas... En cualquier caso, el cielo, no sé por qué, me parece ahora bastante aburrido y la verdad no sé con quién podría uno encontrarse.
Magnífico blog, que acabo de conocer, con mucho retraso. Lo frecuentaré a partir de ahora. Un saludo cordial.
"Lo que no comparto contigo es la idea de que, al ser dogma, el Infierno siempre existirá para la Iglesia Católica. Es un dogma ahora, pero no lo ha sido siempre".
Desde el máximo respeto, esta afirmación no es en absoulto correcta. La declaración dogmática (como su nombre indica)es "declarativa", y no "constitutiva". Declara que algo "es" y "cómo es", pero ese algo es y ha sido así siempre, el dogma no lo hace surgir ex novo. Tiene una función didáctica, que aclara el Depósito de la fe y zanja dudas o criterios discrepantes que hasta entonces podían resultar aceptables, siquiera como hipótesis.
Por ello, el que algo no haya sido dogma antes, no significa que no fuese verdad, sino que no necesitaba ser aclarado, por ser unánimemente reconocido o por no haberse planteado hipótesis contradictorias. El dogma declara que eso ha sido así siempre y, por ello, también será así siempre en el futuro. El dogma no añade más que certeza respecto a los perfiles de ese algo, pero ni lo crea ni lo modifica.
Por eso mismo es también incorrecta la afirmación de que "Lo mismo podría decirse sobre otros muchos "dogmas" de la Iglesia, como la trinidad, la naturaleza de Jesús (¿hijo de Dios o Dios mismo?), la virginidad de María, la resurrección de Jesús, etc. Estos dogmas surgieron a partir de discusiones, y lograron imponerse, porque la facción que los apoyaba triunfó sobre otras facciones (que, automáticamente, pasaron a ser consideradas heréticas y a ser perseguidas)". Las verdades de la religión católica, no son objeto de consenso ni se determinan por los hombres. Vienen dadas por Cristo, y se disciernen con la ayuda del Espíritu Santo.
Por cierto, excelente blog, al que llego gracias al bueno de Arp.
Un saúdo desde Vigo, gracias á información do blog de Marcos Valcárcel. Noraboa. Seguireino con moito interés.
He "llegado" a tu blog por casualidad, y he de decir que me ha parecido muy interesante. ¡Salud!
Gracias por el blog, en lo personal y es solo una opinión "personal", estoy de acuerdo contigo respecto a los dogmas inclusive el infierno.
Parece mentira que transcurridos tantos años y tanta gente quemada y torturada por simplemente no pensar como se "debía pensar en aquella época", todavía sigamos creyendo en un fuego que nos va a castigar eternamente...sin comentarios.
Gracias por publicar estos temas.
Holas!
El infierno o el inframundo en el mundo clásico siempre me ha parecido más tenebroso e insportable que el cristiano, no se por qué.
Otra cosa: Ya te aclaron que el limbo nunca fue un dogma, no está de más leer lo que dijo el propio Ratzinger al respecto:
«El limbo no ha sido nunca definido como verdad de fe. Personalmente ─hablando más que nunca como teólogo y no como Prefecto de la Congregación─ dejaría en suspenso este tema, que no ha sido nunca nada más que una hipótesis teológica. Se trataba de una tesis secundaria al servicio de una verdad que es absolutamente primaria para la fe: la importancia del bautismo. [...] Puede abandonarse el concepto de “limbo” si parece necesario (por lo demás, los mismos teólogos que lo mantenían afirmaban al mismo tiempo que los padres podían evitarlo para sus hijos con el deseo de su bautismo y con la oración); pero que no se renuncie a la preocupación subyacente. El bautismo nunca ha sido para la fe algo meramente accesorio, y ni ahora ni nunca podrá ser considerado como tal.»
Joseph Ratzinger, Vittorio Messori, Informe sobre la fe, BAC, 1985, p. 163
Grandes saludos!
Sergio.
x cierto, sería interesante leer a Hans Urs von Balthasar, él tiene un libro sobre el infierno, y creo que va en una línea que contradice tu hipotesis.
Saludos de nuevo. Es bueno pasar por aquí!
De la lectura de la "Odisea", uno de los episodios que más huella dejaron en mí fue aquel en que Aquiles le dice a Ulises que preferiría ser el hombre más anónimo de la tierra antes que ser un héroe encerrado en el Hades. Supongo que los clásicos se caracterizan por eso: porque nos hablan sobre las inquietudes del ser humano, sea éste de la época que sea.
Vamos hombre!!!! Te estamos esperando....
Como dice Yoffy, estás haciendo unas vacaciones demasiado largas... Te esperamos.
Hola Daniel, muy interesante tu blog. Tienes razòn en mucho de lo que dices: los perdidos no tienen vida, viven una no-vida. Tanto en este mundo como en el òtro, la vida es Cristo, por eso la Biblia dice que muchos "que se entregan a los placeres, viviendo estan muertos", como los drogadictos,etc. La verdadera vida es amor,es alegria,es paz,es servicio. Pero si hay quien vuelve, el primer resucitado fue nuestro señor, como dice el libro santo, "Cristo,las primicias,luego nosotros".Lee el testimonio de Daniel Ekechukwu, de Nigeria, te va resultar interesante, y hay varios mas. Me gustaria me tradujeras al latin esta frase: "Relato del viaje de Lucio Septimo,ciudadano romano, a tierras de Israel..."un saludo.
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