26.12.04

The girl nursing her own father - La muchacha amamantando a su padre

La Tradición Clásica ha sido una fuente muy rica de inspiración para las artes plásticas (pintura, escultura), y no sólo en el ámbito de la mitología grecolatina. Comentaré en este post un motivo iconográfico bastante frecuente en la pintura europea, el de la muchacha amamantando a su padre.

Greuze-CimonandPero

Me ha recordado la cuestión haber leído recientemente en la autobiografía Casa del olivo, de Carlos Castilla del Pino (a la que ya dediqué un post en este blog), lo siguiente:

“[E]n 1950 compré al anticuario Juanito Aguilera (Juanito “el Barato”), de la calle de la Encarnación, un cuadro que me gustó: representa el conocido tema del condenado a morir de hambre a cuya hija se le permite visitarlo antes de que perezca; ella, a escondidas, le ofrece su pecho para que se amamante y así salvarlo de la inanición.” (pp. 114-115)
Este motivo pictográfico tiene su origen en el escritor latino Valerio Máximo, que escribió un libro de anécdotas históricas titulado Facta et dicta memorabilia (escrito hacia el 30 d.C.). Valerio Máximo cuenta (5.4.7) , como ejemplo de devoción filial, la anécdota de una joven cuya madre es recluida en una prisión, condenada a morir de inanición. Se permite el acceso de la hija a la cárcel, y ésta da de mamar a su madre regularmente. Cuando las autoridades se percatan del hecho, se conmueven ante el acto de devoción filial, y perdonan a la condenada. A continuación (5.4. ext. 1) Valerio Máximo alude a la misma historia, pero protagonizada esta vez por una muchacha llamada Pero y su padre Cimón (o Micón). El autor latino precisa que el tema de Pero y Cimón era ya motivo de representaciones pictóricas en su propio tiempo. He aquí el texto latino de Valerio Máximo, con su traducción castellana:

Idem praedicatum de pietate Perus existimetur, quae patrem suum Mycona consimili fortuna adfectum parique custodiae traditum iam ultimae senectutis uelut infantem pectori suo admotum aluit. haerent ac stupent hominum oculi, cum huius facti pictam imaginem uident, casusque antiqui condicionem praesentis spectaculi admiratione renouant, in illis mutis membrorum liniamentis uiua ac spirantia corpora intueri credentes. (5.4. ext. 1).

"En la misma consideración se ha de tener la devoción filial de Pero, que a su propio padre Micón, cuando éste sufrió una similar desgracia e igualmente estaba confinado en prisión con una edad muy avanzada, lo amamantó, acercándolo a su pecho como un bebé. Los ojos de los hombres quedan fijos y estupefactos cuando contemplan un cuadro sobre este tema, y con la admiración de la representación actual reviven la situación del antiguo suceso, creyéndose que en aquellos mudos trazados de figuras están contemplando seres que viven y respiran."
Y, en efecto, se conserva (en mal estado) un fresco antiguo de Pompeya que representa el tema. Pero el motivo tuvo gran desarrollo desde el Renacimiento, y especialmente en la pintura de los siglos XVI y XVII. Sólo en el siglo XVI se conocen unas treinta versiones distintas. Pudo influir en la difusión del tema el hecho de que la obra de Valerio Máximo se publicara en 1470-71. El tema pictográfico se conoció (y se sigue conociendo) con la etiqueta de Caritas Romana. El gran pintor flamenco Pedro Pablo Rubens (1577-1640), por ejemplo, pintó varias versiones del motivo. Un primer cuadro, titulado "Caridad romana", data de hacia el 1612 y se exhibe hoy en el Museo del Hermitage de San Petersburgo:

Rubens1

Y una segunda versión del mismo Rubens, titulada "Cimón y Pero", fue pintada hacia 1625 (y se conserva en el Rijksmuseum de Amsterdam):

Rubens2

Es obvio que el tema tenía muchas posibilidades plásticas, con su mezcla de devoción filial y de erotismo incestuoso. Y curiosamente, buceando por los bajos fondos de la red, he encontrado incluso un cuento moderno erótico (bueno, francamente pornográfico) que desarrolla el mismo tema (en inglés; para que luego digan que el conocimiento de idiomas no tiene utilidad). Aviso: el texto y la ilustración del cuento son de carácter explícito, y pueden herir la sensibilidad del lector.

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21.12.04

Carlos Castilla del Pino y las canalladas de la Universidad española

Esta entrada ya no está disponible en este blog, pero puede leerse aquí.

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18.12.04

Quiero ser un viejo verde

He leído recientemente la novela de Gabriel García Márquez Memoria de mis putas tristes (Barcelona: Mondadori, 2004). Me ha gustado, y algún otro día volveré en este foro sobre ella, para comentar alguna de las muchas alusiones a la cultura clásica que contiene. Para empezar, el nonagenario protagonista se gana la vida como “maestro de gramática castellana y latín” (p. 12). Pero ahora voy a otra cosa.

portadalibro

La novela cuenta la historia de un sujeto que ha sido muy putero durante toda su vida. Y, cuando cumple noventa años, decide regalarse una noche de amor loco con una muchacha virgen. Por tanto, el protagonista es lo que en español castizo se llamaría un “viejo verde” (en latín, un senex amator, y no un senex viridis, que significaría otra cosa). Querría detenerme hoy en la historia del sintagma “viejo verde”, en el que el adjetivo “verde” tiene el significado de “libidinoso, lascivo”. ¿Cuál es el origen de esta curiosa acepción?

En latín clásico ya se documenta el adjetivo viridis para calificar a la vejez o a los viejos, con el sentido de “juvenil, lozano”: esto es, se aplica a un sujeto que, aunque anciano, tiene un espíritu juvenil o un estado físico sano. Veáse el Oxford Latin Dictionary, s. v. viridis, 5b. Virgilio parece que fue pionero en el uso de esta combinación, aparentemente contradictoria, “vejez” + “verde”, al calificar de "verde" la ancianidad de Caronte, el barquero infernal: iam senior, sed cruda deo viridisque senectus (“ya era bastante viejo, pero era la vejez del dios fresca y verde”) (Eneida VI 304). Séneca considera a su anciano amigo Clarano non... senem, sed mehercules viridem animo ac vigentem (Epístolas LXVI 1) (“no viejo... sino, por Hércules, verde y vigoroso de espíritu”).

En castellano, el adjetivo “verde” aplicado a la vejez tuvo todavía un sentido similar al latino hasta el siglo XVII. Un viejo verde era, simplemente, un anciano de aspecto lozano o de talante juvenil. Pero a partir de ahí el adjetivo empezó a incorporar una connotación de lascivia. Como se consideraba que el amor y el sexo eran actividades propias de la juventud, pasó a llamarse viejo verde, esto es, viejo con actitudes juveniles (in malam partem), al anciano que manifestaba excesivas proclividades lúbricas, especialmente con respecto a jovencitas. En el Diccionario de Autoridades de 1739 ya se sugiere esta acepción: “Viejo verde llaman al que mantiene o ejecuta algunos modelos y acciones de joven, impropios de su edad” (cursiva mía).

Tengo la impresión de que esta acepción de “verde” se está perdiendo en la lengua de nuestros jóvenes. Por eso he decidido que, al menos para que el idioma castellano no se empobrezca de sus locuciones tan sugerentes, yo, de mayor, quiero ser un viejo verde.

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16.12.04

El sueño erótico en la poesía latina medieval y en Quevedo

Estos días estamos traduciendo y comentando en mi asignatura de Literatura latina medieval, impartida a mis alumnos de Humanidades de la Universidad de Córdoba, el poema 7 del Cancionero de Ripoll, titulado "De somnio". Seguimos por supuesto la magnífica edición bilingüe, con enjundiosa introducción y notas, de José Luis Moralejo (ed.), Cancionero de Ripoll (Anónimo), Barcelona: Bosch, 1986. Este poema latino, muy gracioso y picante, consta de 38 versos, dodecasílabos con ritmo asclepiadeo, y con rima.

Versa sobre el tópico literario del sueño erótico: el sujeto sueña que le hace el amor a una chica estupenda; luego le da coraje y enfado despertar. He aquí algunos versos del poema, del principio y del final (para leerlo entero, pulsa aquí):

DE SOMNIO

Si uera somnia forent que somnio,
Magno perhenniter replerer gaudio.
Aprilis tempore, dum solus dormio
In prato uiridi, iam satis florido,
Virgo pulcerrima, uultu sydereo,
Et proles sanguine progressa regio,
Ante me uisa est, que suo pallio
Auram mihi facit cum magno studio.
Auram dum uentilat, interdum dultia
Hore mellifluo iungebat basia,
Et latus lateri iuncxisset pariter,
Sed primum timuit ne ferrem graviter.
[...]
Ipsam amplexibus duris circumligo.
Genas deosculans papillas palpito,
Post illud dulcius secretum compleo.
Inferre igitur possum quod nimium
Felix ipse forem et plus quam nimium,
Illam si uirginem tenerem uigilans
Quam prato tenui, dum fui somnians.

Y he aquí un conato de traducción rítmica de mi cosecha, con algunas licencias:

EL SUEÑO

Si los sueños que sueño fueran ciertos,
qué gran gozo tuviera de continuo.
Era Abril: mientras solo sesteaba
sobre un verde prado, asaz florido,
una hermosa doncella de astral rostro,
hija sin dudar de sangre regia,
aperecióseme, y con su manto
abanicábame con gran cuidado,
y en la brisa entreveraba dulces besos
que me daba con su boca tan melosa.
Su cuerpo habría unido con el mío,
mas temió un rechazo de mi parte.
[...]
Con un prieto abrazo la anudé,
su faz beso, sus tetillas acaricio,
hasta llegar por fin al quinto cielo.
Fácil es deducir qué feliz fuera,
feliz, feliz, una y mil veces,
si tuviera, despierto, a aquella chica
que durmiendo tuve, allí en el prado.

Este tema del sueño erótico tuvo un grandísimo desarrollo en la poesía amorosa española de los Siglos de Oro, como ha estudiado a fondo Antonio Alatorre en su reciente libro El sueño erótico en la poesía española de los siglos de oro, México: F.C.E., 2003. Pero, de todas esas producciones sobre el motivo literario, la mejor sin duda es un soneto de Francisco de Quevedo (1580-1645), titulado "Amante agradecido a las lisonjas mentirosas de un sueño" (Blecua 337), que paso a copiar aquí entero, para disfrute de mis lectores. Sigo, por cierto, la estupenda edición de James O. Crosby (ed.), Francisco de Quevedo. Poesía varia, Madrid: Cátedra, 1982, p. 223:

[Amante agradecido a las lisonjas mentirosas de un sueño]

¡Ay Floralba! Soñé que te ... ¿Dirélo?
Sí, pues que sueño fue, que te gozaba.
¿Y quién sino un amante que soñaba,
Juntara tanto infierno a tanto cielo?

Mis llamas con tu nieve y con tu hielo,
Cual suele opuestas flechas de su aljaba,
Mezclaba Amor, y honesto las mezclaba,
Como mi adoración en su desvelo.

Y dije: «Quiera Amor, quiera mi suerte,
Que nunca duerma yo, si estoy despierto,
Y que si duermo, que jamás despierte».

Mas desperté del dulce desconcierto;
Y vi que estuve vivo con la muerte,
Y vi que con la vida estaba muerto.

Mucho me temo que mi ejercicio anterior de traducción libre haya quedado por los suelos en comparación con la magnífica recreación de Quevedo sobre el motivo. Pero merecía la pena. Quede ahí el soneto de Quevedo como una prueba, una más, de la vigencia de la tradición clásica como thesaurus de motivos literarios, especialmente pertenecientes al ámbito del amor y del erotismo.

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15.12.04

Georg C. Fiske, John N. Daland and an unpublished poem by Mabel F. Arbuthnot

In 2000 I purchased a first-edition copy of the book Lucilius and Horace. A study in the Classical theory of imitation, by Georg Converse Fiske (Madison: University of Wisconsin, 1920). This is an extraordinary study on the influence of Lucilius on Horace. It combines the literary theory with the factual documentation of echoes and parallels

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My copy was first owned by a J. N. Daland, a student of Fiske in the University of Wisconsin, because his signature can be seen in a corner of the book. It seems that this copy was a gift of Fiske himself to his student Daland, if the note "m. F. A." (written by Daland) means "munus Fiske auctoris". I have later found out that this J. N. Daland is John N. Daland, who got his M. A. in the University of Wisconsin, and became Dean of Milton College (Wisconsin). He wrote down a long note about Fiske, on the back flyleaves of the book. The note takes four leaves and is written in a big, rounded handwriting. It is a curious example of academic gossip. The text reads:

"My Latin Professor is a great man; he writes Ph. D. after his name. Italy & Greece are to him as Chicago to me, only more so. My Latin Professor writes books, big learned books, in whose pages you can almost see his smiling rotund face with its kind eyes. Now I am reading one from whose pages the face looks sad, tragic, startled, as I read, 'Dedicated to my wife, without whose unfaltering faith I never could have concluded the present work'.
Last year, in the marble-paneled halls of classicism I heard the scholars saying: 'Dr. F's wife has left him. Sh! Didn't you know?...'
m. F. A.
Oct. 1923"

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But the story went on. Georg Converse Fiske (born 1872) died in 1927. Then another of his students in Wisconsin, named Mabel F. Arbuthnot, wrote a deeply felt elegiac poem (a sonnet, actually) on Fiske's death. She seemingly gave or sent the text of this poem to Daland, who pasted it down on a leaf of the book, adding the phrase "Received Feb. 1927". The poem is titled "GEORGE CONVERSE FISKE"; the text is typed and hand-signed ("Mabel F. Arbuthnot") by its author herself. It is actually quite a good poem:

GEORGE CONVERSE FISKE

He is not ready, yet, to take your hand
And tread the unknown path where those he knew
Have gone before him to the shadow-land,
Leaving behind all they had hoped to do.
O Death, be kind to him we mourn to-day,
He was not ready for you when you came,
For he had still so much to do and say,
So much to add to his exalted name.
This is the boon, O Death, that we would ask
For him we mourn to-day, that his great mind
May never need to cease its eager quest.
Be kind, and grant an everlasting task,
To him whose mighty soul was not designed
To crave the gift of everlasting rest.

Mabel F. Arbuthnot.

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This girl was Mabel Florence Arbuthnot (1899-1978). She belonged to a very distinguished family. She received her M.A. and Ph. D. in the University of Wisconsin. She was later Professor of Latin and Greek in Texas State Women’s College at Denton. And she was also an esteemed writer of poetry, who published two books: Carmina (New York: Henry Harrison, 1940) and Selected poems (New York: Henry Harrison, 1975). I have not been able to see these two books, so I can not affirm if the sonnet quoted is there or not. But I rather think that it is a hitherto unpublished poem. So I felt my readers could find its publication here of some interest.

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13.12.04

Juegos para aplazar la muerte

Muchas veces me preguntan y me pregunto para qué diablos sirve la investigación y el estudio de la Tradición Clásica.

Sé que con esta investigación (ni con ninguna del ámbito de las Humanidades) no vamos a resolver el problema de la guerra, ni vamos a descubrir una vacuna para el VIH, ni vamos a solventar el drama del hambre en el mundo. En suma, no tiene ninguna utilidad práctica.

Pero el estudio de la Tradición Clásica sirve para conocer de dónde venimos, lo que implica, ni más ni menos, conocernos mejor a nosotros mismos. Como tantas otras disciplinas humanísticas, la Tradición Clásica no aportará nada concreto, práctico y técnico para el progreso de la humanidad, pero puede contribuir a dotar la vida de una mayor plenitud. Y eso también es progreso.

En todo caso, cada cual invierte su tiempo y su vida en lo que le apetece y le hace feliz. Si se piensa bien, todas las actividades que realizamos durante nuestra vida no tienen importancia ninguna, ni relativa ni absoluta. No tienen sentido, salvo el que queramos darles. Son sólo Juegos para aplazar la muerte.

Ah!... he tomado prestada la expresión para el título de este post de un libro de poesía publicado en 1984, obra del poeta Juan Luis Panero (1942). No me digan que no es el título más hermoso del mundo.

12.12.04

La biblioteca personal de Gilbert Highet

El filólogo clásico Gilbert Highet murió en 1978. Ignoro qué pasó en los años inmediatamente posteriores a su muerte, pero lo cierto es que en la década de los 90 su biblioteca personal se dispersó y pasó a engrosar los fondos de varias librerías anticuarias de Estados Unidos. Curiosamente, una buena porción de sus libros personales recaló en una librería española, Cole & Contreras, ubicada en Sitges (Barcelona, España), pero con surcusal también, creo, en Nueva York.

highet

Pues bien, precisamente la copia personal de autor del libro The Classical Tradition (1949) fue ofertada hace un par de años por Cole & Contreras, a través del portal ABE, en Internet (!). Recuerdo que el precio del libro era prohibitivo, de unos 600 euros. Y no pude permitírmelo. Pero lo cierto es que el libro, según se desprendía de la descripción de la librería que lo ofrecía, tenía multitud de anotaciones, glosas y correcciones del propio Highet, así como hojillas insertas, a veces con anotaciones y comentarios muy amplios. Parece que Highet estaba preparando una segunda edición, revisada, de su libro, y que sobre este ejemplar iba anotando los puntos que debía corregir o ampliar.

Dicha segunda edición nunca tuvo lugar (sí muchísimas reimpresiones). Y hoy en día tengo un grandísimo pesar por no haber adquirido en su momento el libro. Poco después fue vendido. Y cuando contacté con el librero, indagando sobre la cuestión, me contestó que ya no guardaba documentación de la transacción ni del comprador. Ruego a mis lectores y amigos que, si conocen quién adquirió el libro, me lo comuniquen, por favor.

Otro día contaré otra curiosa anécdota de bibliofilia, sobre el libro Lucilius and Horace (Madison 1920), de G. C. Fiske.

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The origin of the "Classical Tradition"-label

Decía en mi post anterior que, quizá como ejemplo de serendipity, pude hallar el origen de la etiqueta "Tradición Clásica" (Classical Tradition). Explicaré ahora cómo fue.

En Marzo del 2002 estuve en Oxford, participando en un coloquio o seminario sobre las Silvas de Estacio. El evento, que tuvo lugar en el Corpus Christi College, estaba organizado por mi buen amigo Bruce Gibson, que tuvo la amabilidad de invitarme a hablar sobre el tema. Di una charleta titulada "Poetry and reality in Statius' Silvae". Fue una grata oportunidad de entablar contacto con filólogos que tenía en gran estima, pero que no había tenido la oportunidad de conocer hasta entonces: Leofranc Holford-Strevens, Alex Hardie, Carole Newlands, Kathleen Coleman.

El programa del coloquio era muy apretado (demasiado), pero en un hueco pude hacer una escapada para visitar alguna de las librerías de viejo que pueblan la ciudad. Como es sabido, Oxford es el paraíso de los bibliófilos. Quizá en ningún lugar del mundo haya una concentración tal de librerías de viejo, muchas de ellas especializadas, además, en filología clásica.

En una librería compré, entre otros libros, la traducción al inglés del libro de Domenico Comparetti, Vergil in the Middle Ages, London: Swan Sonneschein & Co. Lim., 1908. Se trataba de una reimpresión de la traducción inglesa de 1895. La edición original italiana, titulada Virgilio nel medio evo, databa de 1872.

Ya en Córdoba, repasando el libro, descubrí que, al menos en dos pasajes, en la edición inglesa se leía la expresión "Classical Tradition". Luego comprobé que Gilbert Highet había leído y manejado este libro, en la traducción de 1895. Lo cita en su obra The Classical Tradition. De todo ello, creo que podía concluirse que Highet había tomado la etiqueta, sin reconocerlo expresamente, de la edición inglesa del libro de Comparetti.

Y he contado todo esto, con más detalle y documentación, en un artículo aparecido recentísimamente: G. Laguna Mariscal, "¿De dónde procede la denominación "Tradición Clásica"?", Cuadernos de Filología Clásica. Estudios Latinos 24, 1 (2004), 83-93. También cuento en este artículo otras menudencias y curiosidades, como el hecho de que Highet prácticamente plagiara en su libro el capítulo que Comparetti dedicó a la influencia de Virgilio en Dante.

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7.12.04

Presentación: ¿un Blog sobre Tradición Clásica?

Esta especie de diario o de bloc de notas nace como un complemento más inmediato e interactivo (también más efímero, me temo) de la página que mantengo (o intento) sobre Tradición Clásica. Aquí quiero presentar comentarios, notas de lectura, impresiones, provocaciones, en torno a la temática de la Tradición Clásica. Y digo aposta "en torno a", precisando que el diámetro del ámbito sobre el que versarán mis comentarios será bastante amplio, e incluirá también la literatura (no sólo clásica), la vida cotidiana, los cotilleos académicos. Por cierto (y antes de continuar enrollándome), quiero hacer un reconocimiento público aquí (cuique suum, que dijo el pedante, o sea yo): inicio esta aventura o singladura (mi amigo y compañero Luis Rivero suele reprocharme que abuso del léxico naútico: nostalgia del mar) a instancias / por sugerencia / por recomendación de Miryam Librán Moreno, que siempre está al loro y quae solebat meas nugas esse aliquid putare.

Entiendo por Tradición Clásica (Classical Tradition) la influencia de la cultura clásica grecolatina en todos los ámbitos culturales del mundo occidental moderno. En efecto, el mundo occidental moderno es herencia del mundo grecolatino. Y eso, mal que les pese a los multiculturalistas que sostienen que es más importante la impronta del mundo oriental, africano o polinésico. Lo cierto es que somos hijos de la Roma clásica, nietos de Grecia. ¡Qué bien ha explicado todo esto Bruce Thornton, en su libro Greek Ways: How the Greeks Created Western Civilization (San Francisco, CA: Encounter Books, 2000)!

Ser hijos de Roma y nietos de Grecia implica una forma de vivir y de pensar, unos valores, unas actitudes. Implica la asimilación de unas determinadas formas en literatura y en arte. Implica también una lengua (todas las lenguas de la Europa occidental y también de la oriental acusan una influencia sustancial del latín y del griego, no sólo las lenguas romances, que, obviamente, son dialectos del latín).

La etiqueta "Tradición Clásica" la usamos sobre todo, con el sentido apuntado, desde que un profesor, filólogo clásico y comparatista, escocés americanizado, llamado Gilbert Highet, publicara en 1949 un libro monográfico sobre la cuestión, titulado The Classical Tradition. Greek and Roman influences on Western literature (New York - Oxford). Por cierto, el libro está disponible editorialmente en traducción castellana: La Tradición Clásica. Influencias griegas y romanas en la literatura occidental, México-Madrid: F.C.E., 1955 (pero con numerosas reimpresiones, eh, hasta hoy; el libro puede comprarse en librerías). Este autor incidió en su libro sobre todo en la influencia literaria, como el subtítulo indica muy claritamente, pero la Tradición Clásica abarca también influencia y recepción en muchos otros ámbitos culturales: la lengua, el pensamiento y la filosofía, las artes plásticas y la arquitectura, el derecho, y un largo etcétera. Si quieres que te dé la tabarra con más detalle sobre este aspecto, no tienes más que pulsar aquí, y vas a un articulillo de presentación, titulado "¿Por qué es importante la Tradición Clásica?", que tengo sobre la cuestión en mi sitio citado arriba.

Bueno, otra cosa. Supongo que estaba aburrido, pero me entretuve un par de años en investigar cuál era el origen de la etiqueta "Tradición Clásica" o Classical Tradition: si la había forjado el propio Gilbert Highet (como, supongo, se pensaba implícitamente, ya que ningún crítico o estudioso especificaba otra cosa) o, en caso contrario, de dónde la había tomado. Y averigüé el origen, aunque no me doy mucho mérito: fue más bien por casualidad. Mi hallazgo fue un caso claro de serendipity, como se dice ahora (hoy en día no eres nadie en el panorama cultural internacional si no conoces y usas profusamente esta palabrilla). Dejo la narración del descubrimiento para el siguiente post, para provocar un poco de suspensión entre mis lectores (suspense es un anglicismo, según el difunto Lázaro Carreter) y porque si lo cuento todo en este primero, me quedo sin nada que decir en los siguientes.

¡Ah, se me olvidaba! (last, but not least...) Si yo lo he entendido bien, un Blog requiere diálogo, comunicación, interactividad. Aprecio mucho cualquier comentario, sugerencia: en suma, feed-back. Para ello, no tienes más que accionar el botoncillo que está aquí abajo, con la etiqueta de "Comentarios" o de "Comments". Gracias por leer y por estar ahí. Y más gracias por intervenir.

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