28.6.05

La capa de José

Fray Luis de León (1527-1591) es quizá mi poeta favorito. Un aspecto que me gusta particularmente de su poesía es la combinación de motivos de ascendencia pagana y bíblica. Él fue un gran traductor, tanto de textos bíblicos como latino-paganos. Y ese sincretismo se nota igualmente en su poesía original.

En su Oda IX, que lleva el título de “Las Serenas” (es decir, "Las Sirenas"), traza un retrato del sabio estoico ideal, inmune a las tentaciones. Desde el verso 39 de este poema, compara a este sabio con Ulises, que escuchó a las Sirenas, pero arbitró medios para resistir sus tentaciones. El pasaje evoca, por supuesto, la historia contada por Homero en Odisea XII 184-191: el héroe se hizo atar al mástil de su nave, para no dejarse arrastrar por la tentación, y tapó con cera los oídos de sus compañeros. Las dos últimas estrofas de esta Oda dicen (Nota: la que cantaba es la Sirena; el prudente es Ulises):

Ansí falsa cantaba
ardiendo en crueldad; mas él prudente
a la voz atajaba
el camino en su gente
con la aplicada cera suavemente.

Si a ti se presentare,
los ojos sabio cierra; firme atapa
la oreja, si llamare;
si prendiere la capa,
huye, que sólo aquel que huye escapa.
Lo interesante es que Fray Luis, en la estrofa final, combina la recreación de la historia de Ulises y las Sirenas con un episodio bíblico. En los dos últimos versos se refiere a la historia de la tentación del casto José (hijo de Jacob) por la mujer de Putifar, el capitán de la guardia del faraón. José consiguió escapar del acoso sexual de la mujer de Putifar, pero a costa de dejar su capa abandonada entre las manos de ella. Se cuenta esto en Génesis 39, 7-12, pasaje que copio aquí en el latín de la Vulgata, acompañado de una traducción castellana literal:

Erat autem Ioseph pulchra facie, et decorus aspecto. 7 Post multos itaque dies iecit domina oculos suos in Joseph, et ait: dormi mecum. 8 Qui nequaquam acquiescens operi nefario, dixit ad eam: Ecce dominus meus, omnibus mihi traditis, ignorat quid habeat in domo sua: 9 nec quidquam est quod non in mea sit potestate, vel non tradiderit mihi, praeter te quae uxor eius es: quomodo ergo possum malum hoc facere et peccare in Deum meum? 10 Huiuscemodi verbis per singulos dies, et mulier molesta erat adolescenti: et ille recusabat stuprum. 11 Accidit autem ut quadam die intraret Ioseph domum, et operis quippiam absque arbitris faceret: 12 et illa, adprehensa lacinia vestimenti eius, diceret: Dormi mecum. Qui relicto in manu eius pallio fugit, et egressus est foras.

Era por su parte José de hermoso rostro, y de apariencia elegante. Así, pasados muchos días el ama puso sus ojos en José, y le dijo: “Acuéstate conmigo”. Éste, opuesto radicalmente al acto sacrílego, le dijo a ella: “Resulta que mi señor, habiéndome confiando todo, no sabe ni lo que tiene en su casa. No hay nada que no esté bajo mi responsabilidad ni que no me haya confiado, excepto tú, que eres su mujer: ¿cómo puedo entonces cometer este delito y pecar contra mi Dios?”. Así le argumentaba él cada día, y la mujer estaba molesta con el joven, pero él rechazaba la coyunda. Sucedió a la sazón que cierto día José entró en la casa y se puso a realizar sus tareas, sin testigos. Y ella, agarrando el borde de su vestido, le dijo: “Duerme conmigo”. Él, abandonando su túnica en manos de ella, escapó y salió fuera.
Resulta curioso que la etimología del verbo español escapar (y de otros verbos parientes en lenguas europeas: ingl. to escape, fr. échapper, it. scappare) proceda de: ex + cappa. Pero cappa (inexistente en latín clásico) no significa en latín tardío y vulgar “capa” (= ing. cloak), sino “gorro” (ha pervivido con ese sentido en el inglés cap). Así que excappare significó originalmente algo así como “salir huyendo/corriendo, perdiendo el sombrero”. Por ello, y porque no es cappa el término que se usa para “capa” en el latín del episodio bíblico de la Vulgata, sino vestimentum y pallium, seguramente la etimología de escapar no tiene relación genética con este episodio bíblico de José, sino mera coincidencia (habría sido bonito que la etimología de escapar derivara de este episodio).

Para seguirle el rastro al motivo, todavía el poeta decimonónico Ramón de Campoamor (1817-1901), otro de mis favoritos a pesar de su descrédito actual, alude a la anécdota en su poema narrativo “Los grandes problemas” (del libro Los pequeños poemas), versos 21-24:

Aunque él está de su pudor seguro,
ve a una mujer, y como pueda, escapa,
dispuesto desde joven, por ser puro,
a hacer el sacrificio de una capa.

El motivo de José, la-capa-de-José, y la-mujer-de-Putifar-acosando-a-José-sexualmente-y-quedándose-con-su-capa-entre-las-manos (así como con un palmo de narices, añadimos nosotros) tiene también un amplio reflejo iconográfico en la pintura europea, especialmente en la época barroca. Mi cuadro favorito sobre el tema es de Tintoretto (1518-1594), pintado hacia 1544. La mujer de Putifar sujeta la capa de José, quien intenta escapar entre aspavientos. Ella se había despojado previamente de su propia capa (bueno, y de todo). Nótese además el aspecto no sólo casto, sino francamente afeminado, de José, con ese vestido y esos ricitos dorados:



También representa el mismo episodio el siguiente cuadro de Guido Reni, de hacia 1630:



Y ya en la pintura contemporánea, el tema aparece en el cuadro "Joseph and Potifar's Wife", de Richard McBee, pintado en el 2001:



Siempre he pensado que muchas veces en nuestra vida, por la codicia de no perder (o dejar de ganar) una capa (cualquier prebenda o privilegio), nos dejamos caer en tentaciones y claudicamos ante compromisos que nos amargan la existencia y de los que no podemos ex-cappar. No sabemos decir no a las proposiciones deshonestas.

Actualización (5 de julio, 2005)

La historia de José, claro, no acaba cuando dejó la capa entre las manos de la mujer de Putifar. Ésta lo acusó falsamente de haber intentando violarla. Se trata de un esquema de comportamiento conocido como "esquema de la mujer de Putifar": 1) Una mujer casada requiere a un joven; 2) éste la rechaza; 3) la mujer lo acusa falsamente ante su marido de haber intentado violarla o de haberle hecho proposiciones amorosas. El esquema se da en otras historias, especialmente de la mitología griega. La historia más conocida es la de Fedra, esposa de Teseo y enamorada de su hijastro Hipólito (hijo de Teseo y de una amazona). En el blog Laudator Temporis Acti, Michael Gilleland ha publicado un excelente post sobre este esquema.

Me gustaría hacer dos observaciones extra sobre curiosidades de esta historia:

  1. La mujer de Putifar tenía razones y necesidad para requerir sexualmente a José: su marido, Putifar, era un eunuco, según se dice bien claro en el Génesis.
  2. No sabemos cómo se llamaba la mujer de Putifar. No se indica en el texto bíblico. Este es un ejemplo significativo de una mujer importante cuyo nombre es silenciado. Otro ejemplo que se me ocurre ahora: la concubina de Agustín de Hipona ("San Agustín"), con la que éste tuvo un hijo, Adeodato, pero cuyo nombre nunca menciona en las Confesiones. El filósofo-escritor noruego Jostein Gaarder (más conocido como autor de El mundo de Sofía) publicó una novela, Vita Brevis (1996), en que se recogen las cartas ficticias de esta mujer, dirigidas a Agustín. Aquí si tiene ya nombre: Floria.

17.6.05

Otra vez las dos Españas

Me propuse no tratar en esta bitácora temas políticamente incorrectos, ni siquiera temas políticos (ni correctos ni incorrectos), pero reconozco que, en este caso, facit indignatio blogium. [Referencia: facit indignatio uersuum, Juvenal 1, 79]. Así que ahí va.

Mañana (18-Junio-2005) habrá en Madrid una manifestación en contra del Proyecto de Ley del Parlamento español que legalizará el matrimonio entre homosexuales. La manifestación es convocada por un autodenominado Foro de la Familia (o Foro por la Familia, no me acuerdo bien). Los representantes de este Foro que aparecen en los medios alardean de tener muchos hijos, todos los que "envía" Dios, a los que los padres "envían" habitualmente a colegios del Opus Dei. Hasta aquí nada demasiado extraño, salvo el hecho de que, contra lo que viene siendo habitual, esta manifestación no reinvidicará ningún derecho propio de un colectivo, sino que, al contrario, la manifestación se plantea para negar la posibilidad de que se conceda un derecho a un colectivo ajeno. Porque, obviamente, una ley que otorga a los homosexuales el derecho a casarse no obliga a nadie (y menos a los miembros del Foro de la Familia) ni a casarse ni a ser homosexual. Tampoco la ley de divorcio obligaba a nadie a divorciarse. Pero en fin.

La mayoría de los líderes del PP (el partido de derechas en la oposición: Nota para mis lectores extranjeros) ofrecen su apoyo, tácito o explícito, a la manifestación. Craso error, pero comprensible desde un punto de vista oportunista y partidista: quieren aprovecharse del conflicto para intentar erosionar al gobierno socialista.

Pero lo que más me indigna es que también la jerarquía católica preste su franco apoyo a la manifestación. Bastantes obispos han declarado que acudirán a la manifestación, e incluso han fletado autobuses para movilizar a sus parroquianos, y que hagan bulto en la algarada. Estas autoridades eclesiásticas deberían recordar la famosa frase de Jesús, la de "Dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios" (Mateo 22, 21). Para practicar un poco latín, copio aquí el texto de la Vulgata:

Reddite ergo quae sunt Caesaris, Caesari: et quae sunt Dei, Deo.

Lo que Jesús de Nazaret postulaba con ese frase era algo muy simple: que había que separar Iglesia y Estado, asuntos civiles y religiosos. Y el Proyecto de Ley criticado ahora es un proyecto de legislación civil, que no afecta para nada ni a la moral ni a los principios religiosos. Por ello, los jerarcas de la Iglesia deberían leer más la Biblia (en español o en latín) y preservar una necesaria posición de neutralidad, para no contribuir a una división maniqueísta entre dos Españas, la de los buenos y la de los malos (y ellos, claro, a favor de los buenos).

Otra vez estamos con las dos Españas. No es algo nuevo. Hoy que nos olvidamos de casi todo no convendría olvidar que durante la Guerra Civil Española (1936-1939) la Iglesia Católica se alineó sin disimulo con uno de los dos bandos en contra del otro. Podría haber mantenido una posición de neutralidad, o haber intentado mediar, o haberse dedicado a labores de asistencia humanitaria. Por el contrario, santificó a unos (los nacionales, los buenos) y satanizó a los otros (los rojos, los malos); alentó las purgas y ejecuciones de los malos (por lo visto, eso es lo que entendía por caridad cristiana). Y llamó a lo que era una sublevación militar, o una guerra civil si se quiere, "Cruzada" y "Guerra Santa". He aquí una pequeña galería de fotos para el recuerdo, con los obispos realizando el saludo fascista o paseando a Franco bajo palio:






Ahora también la Iglesia quiere confrontar a las dos Españas. Para la Iglesia (y para el Foro de la Familia), éstas son las dos Españas de ahora:

1) La España de los buenos, que es de derechas (vota al PP), cristiana y católica, y heterosexual sin fisuras (ellos, muy machotes todos; ellas, muy femeninas).

2) Y la España de los malos, que es de izquierdas (vota al PSOE o a IU), atea y descreída, y homosexual (todos ellos son maricones; y ellas, todas bolleras). [Según esto, me sorprende que a estas alturas todavía no hayan hecho correr el bulo de que Zapatero también es maricón (como dijeron de Borrell en su día).]
A mí, personalmente, me cuesta mucho encajar nítidamente en ninguna de las dos Españas: no soy homosexual, tengo pareja heterosexual e hijos, así que según eso estaría en la España 1). Pero, por otro lado, como ateo que soy estaría englobado en la España 2). Mis preferencias políticas no aclaran mucho el embrollo, pues desconfío profundamente tanto de la derecha como de la izquierda: en tanto que liberal estaría más en la España 1), pero como anárquico pertenecería quizá más a la España 2). Un verdadero descoloque, nunca mejor dicho.

El maniqueísmo consistente en dividir a la población en dos mitades, la de los buenos y la de los malos, tiene raíces muy antiguas. El responsable último es un señor que se llamó Agustín, que escribió en latín y que vivió entre los siglos IV y V d.C. d.C. Los cristianos lo consideran un Doctor de la Iglesia y un santo, y lo llaman San Agustín; los clasicistas lo llamamos más fríamente Agustín de Hipona (porque en esta ciudad africana fue obispo). Fue un auténtico fundamentalista religioso. Pero es un individuo cuya obra y pensamiento han tenido grandísima repercusión en la Iglesia Cristiana y, por tanto, en todo el Occidente. A Agustín de Hipona se debe, por ejemplo, el dogma sobre el Infierno, en colaboración con Jerónimo de Estridón (el autor de la Biblia Vulgata): Agustín y Jerónimo postularon que el Infierno era un lugar de sufrimiento físico y eterno, frente a otros Padres de la Iglesia, llamados "misericordistas", que sostenían que el fuego del Infierno era simbólico, temporal y purificador. Primó la tesis rigorista de Agustín y Jerónimo, que es la que sigue sosteniendo aún hoy la Iglesia Católica.

Agustín de Hipona, que en su juventud había pertenecido a la secta maniquea (¡qué casualidad!), escribió también una especie de Historia de la Humanidad, un mamotreto en 22 libros titulado la Ciudad de Dios (De civitate Dei). Ahí postula que en la Humanidad han coexistido siempre dos facciones o tendencias: la buena, la "Ciudad de Dios", que ha culminado en el Cristianismo; y la mala, la "ciudad terrenal" o "ciudad de los hombres", caracterizada por el pecado y el descreimiento. Ya están ahí las dos ciudades, las dos humanidades... las dos Españas.

Mañana, los miembros del Foro por la Familia, los líderes del PP y los jerarcas católicos acudirán a la Manifestación de la "España de Dios", en contra de una "España terrenal" compuesta por rojos, infieles y maricones.

10.6.05

When love make us gods

A study appearing in The Journal of Neurophysiology shows that romantic love is a biological urge distinct from sexual arousal. See here. [I am grateful to Miryam Librán for the link].

So love is not a sublimation of sexual urge (as Freud used to think), and is not only a literary convention. It is a physiological affection, provoking a set of symptoms in the "patient". One of these is that love make the lover feel literally like a god. I have written an essay on this (in Spanish): "Cuando el amor nos hace dioses" (When love make us gods).

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