La capa de José
Fray Luis de León (1527-1591) es quizá mi poeta favorito. Un aspecto que me gusta particularmente de su poesía es la combinación de motivos de ascendencia pagana y bíblica. Él fue un gran traductor, tanto de textos bíblicos como latino-paganos. Y ese sincretismo se nota igualmente en su poesía original.
En su Oda IX, que lleva el título de “Las Serenas” (es decir, "Las Sirenas"), traza un retrato del sabio estoico ideal, inmune a las tentaciones. Desde el verso 39 de este poema, compara a este sabio con Ulises, que escuchó a las Sirenas, pero arbitró medios para resistir sus tentaciones. El pasaje evoca, por supuesto, la historia contada por Homero en Odisea XII 184-191: el héroe se hizo atar al mástil de su nave, para no dejarse arrastrar por la tentación, y tapó con cera los oídos de sus compañeros. Las dos últimas estrofas de esta Oda dicen (Nota: la que cantaba es la Sirena; el prudente es Ulises):
Ansí falsa cantabaLo interesante es que Fray Luis, en la estrofa final, combina la recreación de la historia de Ulises y las Sirenas con un episodio bíblico. En los dos últimos versos se refiere a la historia de la tentación del casto José (hijo de Jacob) por la mujer de Putifar, el capitán de la guardia del faraón. José consiguió escapar del acoso sexual de la mujer de Putifar, pero a costa de dejar su capa abandonada entre las manos de ella. Se cuenta esto en Génesis 39, 7-12, pasaje que copio aquí en el latín de la Vulgata, acompañado de una traducción castellana literal:
ardiendo en crueldad; mas él prudente
a la voz atajaba
el camino en su gente
con la aplicada cera suavemente.
Si a ti se presentare,
los ojos sabio cierra; firme atapa
la oreja, si llamare;
si prendiere la capa,
huye, que sólo aquel que huye escapa.
Erat autem Ioseph pulchra facie, et decorus aspecto. 7 Post multos itaque dies iecit domina oculos suos in Joseph, et ait: dormi mecum. 8 Qui nequaquam acquiescens operi nefario, dixit ad eam: Ecce dominus meus, omnibus mihi traditis, ignorat quid habeat in domo sua: 9 nec quidquam est quod non in mea sit potestate, vel non tradiderit mihi, praeter te quae uxor eius es: quomodo ergo possum malum hoc facere et peccare in Deum meum? 10 Huiuscemodi verbis per singulos dies, et mulier molesta erat adolescenti: et ille recusabat stuprum. 11 Accidit autem ut quadam die intraret Ioseph domum, et operis quippiam absque arbitris faceret: 12 et illa, adprehensa lacinia vestimenti eius, diceret: Dormi mecum. Qui relicto in manu eius pallio fugit, et egressus est foras.Resulta curioso que la etimología del verbo español escapar (y de otros verbos parientes en lenguas europeas: ingl. to escape, fr. échapper, it. scappare) proceda de: ex + cappa. Pero cappa (inexistente en latín clásico) no significa en latín tardío y vulgar “capa” (= ing. cloak), sino “gorro” (ha pervivido con ese sentido en el inglés cap). Así que excappare significó originalmente algo así como “salir huyendo/corriendo, perdiendo el sombrero”. Por ello, y porque no es cappa el término que se usa para “capa” en el latín del episodio bíblico de la Vulgata, sino vestimentum y pallium, seguramente la etimología de escapar no tiene relación genética con este episodio bíblico de José, sino mera coincidencia (habría sido bonito que la etimología de escapar derivara de este episodio).
Era por su parte José de hermoso rostro, y de apariencia elegante. Así, pasados muchos días el ama puso sus ojos en José, y le dijo: “Acuéstate conmigo”. Éste, opuesto radicalmente al acto sacrílego, le dijo a ella: “Resulta que mi señor, habiéndome confiando todo, no sabe ni lo que tiene en su casa. No hay nada que no esté bajo mi responsabilidad ni que no me haya confiado, excepto tú, que eres su mujer: ¿cómo puedo entonces cometer este delito y pecar contra mi Dios?”. Así le argumentaba él cada día, y la mujer estaba molesta con el joven, pero él rechazaba la coyunda. Sucedió a la sazón que cierto día José entró en la casa y se puso a realizar sus tareas, sin testigos. Y ella, agarrando el borde de su vestido, le dijo: “Duerme conmigo”. Él, abandonando su túnica en manos de ella, escapó y salió fuera.
Para seguirle el rastro al motivo, todavía el poeta decimonónico Ramón de Campoamor (1817-1901), otro de mis favoritos a pesar de su descrédito actual, alude a la anécdota en su poema narrativo “Los grandes problemas” (del libro Los pequeños poemas), versos 21-24:
Aunque él está de su pudor seguro,
ve a una mujer, y como pueda, escapa,
dispuesto desde joven, por ser puro,
a hacer el sacrificio de una capa.
El motivo de José, la-capa-de-José, y la-mujer-de-Putifar-acosando-a-José-sexualmente-y-quedándose-con-su-capa-entre-las-manos (así como con un palmo de narices, añadimos nosotros) tiene también un amplio reflejo iconográfico en la pintura europea, especialmente en la época barroca. Mi cuadro favorito sobre el tema es de Tintoretto (1518-1594), pintado hacia 1544. La mujer de Putifar sujeta la capa de José, quien intenta escapar entre aspavientos. Ella se había despojado previamente de su propia capa (bueno, y de todo). Nótese además el aspecto no sólo casto, sino francamente afeminado, de José, con ese vestido y esos ricitos dorados:
También representa el mismo episodio el siguiente cuadro de Guido Reni, de hacia 1630:
Y ya en la pintura contemporánea, el tema aparece en el cuadro "Joseph and Potifar's Wife", de Richard McBee, pintado en el 2001:
Siempre he pensado que muchas veces en nuestra vida, por la codicia de no perder (o dejar de ganar) una capa (cualquier prebenda o privilegio), nos dejamos caer en tentaciones y claudicamos ante compromisos que nos amargan la existencia y de los que no podemos ex-cappar. No sabemos decir no a las proposiciones deshonestas.
Actualización (5 de julio, 2005)
La historia de José, claro, no acaba cuando dejó la capa entre las manos de la mujer de Putifar. Ésta lo acusó falsamente de haber intentando violarla. Se trata de un esquema de comportamiento conocido como "esquema de la mujer de Putifar": 1) Una mujer casada requiere a un joven; 2) éste la rechaza; 3) la mujer lo acusa falsamente ante su marido de haber intentado violarla o de haberle hecho proposiciones amorosas. El esquema se da en otras historias, especialmente de la mitología griega. La historia más conocida es la de Fedra, esposa de Teseo y enamorada de su hijastro Hipólito (hijo de Teseo y de una amazona). En el blog Laudator Temporis Acti, Michael Gilleland ha publicado un excelente post sobre este esquema.
Me gustaría hacer dos observaciones extra sobre curiosidades de esta historia:
- La mujer de Putifar tenía razones y necesidad para requerir sexualmente a José: su marido, Putifar, era un eunuco, según se dice bien claro en el Génesis.
- No sabemos cómo se llamaba la mujer de Putifar. No se indica en el texto bíblico. Este es un ejemplo significativo de una mujer importante cuyo nombre es silenciado. Otro ejemplo que se me ocurre ahora: la concubina de Agustín de Hipona ("San Agustín"), con la que éste tuvo un hijo, Adeodato, pero cuyo nombre nunca menciona en las Confesiones. El filósofo-escritor noruego Jostein Gaarder (más conocido como autor de El mundo de Sofía) publicó una novela, Vita Brevis (1996), en que se recogen las cartas ficticias de esta mujer, dirigidas a Agustín. Aquí si tiene ya nombre: Floria.