Cuando el amor quita el sueño
Los clásicos concebían el amor como una auténtica enfermedad, con su correspondiente etiología, síntomas y tratamiento. Se consideraba que entre los síntomas habituales de este síndrome se encontraban la palidez, la calentura, la inapetencia, la agitación y... sí, el insomnio. Toda esta concepción se manifiesta y documenta, por supuesto, en los textos literarios, pero no sólo era una convención literaria, sino una convicción presente en la vida cotidiana y en la ciencia médica (ya hablé de esto en este artículo).
Hoy la moderna medicina (y, especialmente, la especialidad de la neurología) ha intentado explicar sobre bases más científicas estos síntomas del amor. Parece que el enamoramiento suscita la secreción y liberación en el cerebro de drogas endógenas, como la feniletilamina o la dopamina, que tienen efectos fisiológicos en el organismo del enamorado. En concreto, la feniletilamina es similar en sus efectos a la anfetamina, y como tal es responsable de síntomas de amor tales como la taquicardia y los sudores, la inapetencia y (lo que nos interesa aquí) el insomnio.
Hablando de insomnio de amor, he acabado de leer recientemente el libro Los cien golpes, de la joven italiana Melissa P. (la novela se está llevando al cine actualmente). Ahí la autora cuenta sus vivencias erótico-sentimentales. Un joven enamorado de ella le canta una serenata (se trata, por lo visto, de una canción tradicional siciliana). He aquí el texto:
Mi votu e mi rivotu suspirannu,Esta canción (en versión ligeramente distinta) se puede ver y escuchar en este video:
passu li notti 'nteri senza sonnu,
e li biddizzi tò vaju cuntimplannu,
tipenzu de la notti fino a jornu.
Pi tia non pozzu n'ura ripusari,
paci non havi chiù st'afflittu cori.
Lu vò sapiri quannu t'aju a lassari?
Quannu la vita mia finisci e mori.
Doy vueltas y más vueltas suspirando,
paso las noches enteras en vela,
contemplando tu belleza,
pienso en ti de la noche a la mañana.
Por ti no puedo reposar ni un momento,
no tengo sosiego, de tan triste que está el corazón.
¿Quieres saber cuándo te dejaré?:
Cuando mi vida acabe y muera.
En la literatura clásica grecolatina se documenta muy frecuentemente el tópico del insomnio de amor, ya desde Homero. Pero el pasaje más significativo (en sí mismo, y por la influencia ulterior que ha tenido) y el que más me conmueve a mí es un famoso texto del libro IV de la Eneida. La reina cartaginesa Dido, enamorada del príncipe troyano Eneas, tiene conocimiento de la intención del héroe de abandonarla, y la angustia amorosa la desvela. Nótese el contraste entre el sosiego del entorno y el insomnio de la infeliz enamorada (Eneida 4.522-532):
Nox erat et placidum carpebant fessa soporem
corpora per terras, siluaeque et saeua quierant
aequora, cum medio uoluuntur sidera lapsu,
cum tacet omnis ager, pecudes pictaeque uolucres, 525
quaeque lacus late liquidos quaeque aspera dumis
rura tenent, somno positae sub nocte silenti.
at non infelix animi Phoenissa, neque umquam 529
soluitur in somnos oculisue aut pectore noctem 530
accipit: ingeminant curae rursusque resurgens
saeuit amor magnoque irarum fluctuat aestu.
Era de noche y los seres, agotados, disfrutaban
por las tierras de plácido sueño; los bosques y los bravos mares reposaban,
cuando las estrellas se deslizan por mitad de su órbita, (525)
cuando todo el campo calla, los ganados y los pájaros variopintos,
los animales que viven en los lagos transparentes en toda su extensión
y en los campos erizados de zarzas, yaciendo bajo la noche silenciosa. (529)
En cambio, la fenicia, desdichada en su corazón, nunca (530)
entrega sus ojos al sueño ni acoge la noche en su pecho:
sus cuitas crecen y su amor, regresando de nuevo,
se enfurece y fluctúa en el inmenso oleaje de su ira.
Sachi Andrea (1599-1661): Dido abandonée ou Didon sur le bûcher.
Saludos, y felices sueños (o insomnios).
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