21.3.06

Cuando el amor no deja trabajar (Or why love makes us lazy)

En la poesía clásica constituye un tópico que un sujeto lírico se reproche a sí mismo que tenga abandonado el trabajo y las obligaciones sociales por culpa del amor. Ese tópico se remonta ya a Safo, de los siglos VII-VI a.C. En el fragmento 102 de esta poetisa leemos:

«Dulce madre mía, no puedo ya tejer mi tela,
consumida de amor por un joven, vencida por la suave Afrodita.»
Virgilio cuenta que el amor por Eneas no deja a la reina Dido ocuparse de los asuntos de estado, por lo que la construcción de la nueva ciudad de Cartago permanece paralizada (Eneida IV 82-89):

sola domo maeret uacua stratisque relictis
incubat. illum absens absentem auditque uidetque,
aut gremio Ascanium genitoris imagine capta
detinet, infandum si fallere possit amorem.
non coeptae adsurgunt turres, non arma iuuentus
exercet portusue aut propugnacula bello
tuta parant: pendent opera interrupta minaeque
murorum ingentes aequataque machina caelo.

Se queda triste y sola en la casa vacía y se recuesta sobre los lechos abandonados. Ausente ella, lo ve y oye a él, ausente, o entretiene a Ascanio en su regazo, para disfrutar el parecido con el padre, a ver si puede engañar su indecible amor. No se levantan las torres comenzadas, la juventud no se ejercita en las armas, ni construyen puertos o defensas seguras para la guerra: están suspendidos las obras, las ingentes almenas de los muros, y las grúas elevadas hasta el cielo.

Horacio narra que el joven Síbaris, por culpa del sufrimiento amoroso que le causa el desdén de una tal Lidia, tiene descuidados sus ejercicios atléticos y militares: equitación en el Campo de Marte, natación en el Tíber, ejercicios de lucha y lanzamiento de jabalina y disco (Odas I 8, vv. 1-11):

Lydia, dic, per omnis
te deos oro, Sybarin cur properes amando
perdere, cur apricum
oderit campum patiens pulveris atque solis,
cur neque militaris
inter aequalis equitet, Gallica nec lupatis
temperet ora frenis?
cur timet flavum Tiberim tangere? cur olivum
sanguine viperino
cautius vitat neque iam livida gestat armis
bracchia, saepe disco,
saepe trans finem iaculo nobilis expedito?

Lidia, por todos los dioses, dime, te lo ruego, por qué te apresuras en arruinar a Síbaris con tu amor, por qué él, que era capaz de soportar el polvo y el sol, odia el soleado campo, por qué ni cabalga entre sus hermanos de armas ni refrena la embocadura gálica con frenos dentados, por qué teme acercarse al dorado Tíber, por qué evita el aceite con más cautela que la sangre viperina y no lleva ya los brazos amoratados por las armas, él, que era celebre por lanzar el disco a menudo más allá de la meta fijada, a menudo la jabalina.

Ya en la literatura española, la oda horaciana I 8 fue imitada por Garcilaso de la Vega, en los versos 36-45 de la Canción V, la famosa y preciosa "Ode ad florem Gnidi"; Garcilaso recuerda la figura de su amigo Mario Galeota, que sufre el desdén amoroso de la dama Violante Sanseverino:

Por ti, como solía,
del áspero caballo no corrige
la furia y gallardía,
ni con freno la rige,
ni con vivas espuelas ya l’aflige.
Por ti con diestra mano
no revuelve la espada presurosa,
y en el dudoso llano
huye la polvorosa
palestra como sierpe ponzoñosa.

Y el tópico se documenta también en Lope de Vega, en el soneto 70 del libro Rimas (1609), que empieza:

Quiero escribir, y el llanto no me deja;
pruebo a llorar, y no descanso tanto;
vuelvo a tomar la pluma, y vuelve el llanto:
todo me impide el bien, todo me aqueja.

Parece que este tópico tiene, en realidad, una razón de ser neurológica. En los momentos de actividad y esfuerzo, se moviliza el sistema nervioso simpático. En cambio, el enamoramiento "desconecta" el sistema simpático (ignoro mediante qué mecanismo, posiblemente con la segregación de neurotransmisores), activa el sistema nervioso parasimpático, y produce como consecuencia en el individuo un estado de relajación (y de pereza para el trabajo). Los antiguos observaron este fenómeno neurofisiológico y lo desarrollaron en forma de tópico literario.

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20.3.06

Primer azahar de la primavera

La primavera llegó hace un par de días a mi casa. Lo sé, porque en el limonero del patio ha florecido el primer azahar:


Los autores de haikus suelen relacionar el relevo de las estaciones con su propio estado de ánimo, proponiendo algún nexo de semejanza o de contraste entre el entorno natural y el yo lírico. A mí la llegada tangible de la primavera me ha sugerido el siguiente poemilla, mezcla de soleá y de haiku (o pseudo-haiku; no es muy ortodoxo técnicamente):

Qué distinta la primavera
para mí, que voy;
para ti, que llegas.
Que en latín podría ser algo así como:

Quam dissimile ver
mihi, proficiscenti;
tibi, venienti.