24.12.05

El amor ausente: Luis Cernuda y Lucrecio

Luis Cernuda (1902-1963) es posiblemente el poeta español cuya poesía amorosa me conmueve más. Escribió un libro muy desesperanzado, que publicó con el hermoso título de Donde habite el olvido (el título procede de un verso de la rima LXVI de Bécquer). Compuso los poemas de este libro entre 1932 y 1933, y el libro apareció en 1934.

Cernuda escribió este libro como expresión de sus sentimentos de desengaño, tras la ruptura con un joven gallego llamado Serafín F. Ferro. El poema más famoso de la colección es, por supuesto, el que abre el libro: "Donde habite el olvido,..." Pero hoy quiero recordar y analizar otra composición, quizá menos conocida: la XIII ("Mi arcángel"). Para empezar, conviene precisar que es casi el único poema del libro que lleva título propio, además de numeración. Dice así:

XIII
Mi arcángel

No solicito ya ese favor celeste, tu presencia;
Como incesante filo contra el pecho,
Como el recuerdo, como el llanto,
Como la vida misma vas conmigo.

Tú fluyes en mis venas, respiras en mis labios,
Te siento en mi dolor;
Bien vivo estás en mí, vives en mi amor mismo,
Aunque a veces
Pesa la luz, la soledad.

Vuelto en el lecho, como niño sin nadie frente al muro,
Contra mi cuerpo creo,
Radiante enigma, el tuyo;
No ríes así ni hieres,
No marchas ni te dejas, pero estás conmigo.

Estás conmigo como están mis ojos en el mundo,
Dueños de todo por cualquier instante,
Mas igual que ellos, al hacer la sombra, luego vuelvo,
Mendigo a quien despojan de su misma pobreza,
Al yerto infierno de donde he surgido.
En relación con el título del poema citado, "Mi arcángel", es obvio que Cernuda llama arcángel a su amado por la sencilla razón de que éste llevaba el nombre de Serafín. Eso, sin perjuicio de la noción divinizadora del ser amado que la denominación aporta. Además, parece probable que Cernuda tuviera en mente y recordara una antigua (y cursi) oración infantil, dirigida al ángel de la guarda, que los niños aprendíamos en España:

Ángel de la guarda,
dulce compañía,
no me desampares
ni de noche ni de día.

No me dejes solo,
que me perdería.

Cernuda, tras la separación, siente la ausencia de su amado (especialmente cuando por las noches yace solo en el lecho), pero emocionalmente crea su presencia y en su imaginación reconstruye su imagen. Todos los que han estado o están enamorados creo que compartiremos el sentimiento del poema (quien lo probó, lo sabe): cuando falta la persona amada, no dejamos de proyectar su imagen en nuestra mente.

Estoy bastante convencido de que Cernuda tuvo en cuenta la expresión de ese motivo por parte de Lucrecio. Este poeta didáctico escribió su poema De rerum natura para difundir en Roma la filosofía epicúrea. Dedica el libro IV a exponer la teoría de los simulacros. Los simulacros son, según Lucrecio, una especie de imágenes que se desprenden de los cuerpos. Pues bien, cuando al enamorado le falta la persona amada, no tardan en aparecer ante los ojos y oídos del amante las imágenes o simulacros de la persona amada:

nam si abest quod ames, praesto simulacra tamen sunt
illius et nomen dulce obversatur ad auris. (IV 1061-1062)

Pues aunque falte el objeto de tu amor, sin embargo su imagen te alcanza
y su dulce nombre vuela en torno a tus oídos.

Y un poco antes, había comentado el poeta-filósofo que los jóvenes, cuando llegan a la pubertad, ven en sueños las imágenes de otros jóvenes hermosos, y que esta seductora visión les provoca poluciones nocturnas:

conveniunt simulacra foris e corpore quoque
nuntia praeclari vultus pulchrique coloris, (IV 1032-33)

Acuden desde el exterior también imágenes de cuerpos,
que presentan un rostro radiante y un hermoso color,
Parece que Cernuda tradujo literalmente el adjetivo praeclarus por "radiante" (v. 12). Ahora bien, Cernuda no usa en su poema ningún lexema que pueda traducir o evocar el término clave de Lucrecio simulacra. Lo que afirma es que el amante crea, para suplir la ausencia de la persona amada, un "radiante enigma" (v. 12). Pero adviértase, oh casualidad, que enigma es precisamente un anagrama de imagen (las dos palabras constan de las mismas letras, dispuestas en otro orden). E "imagen" sí sería una traducción literal de simulacrum. Es la imagen reflejada, el reflejo de la imagen, la imagen descompuesta y recompuesta.

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23.12.05

Decíamos ayer

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6.11.05

Somnus

Anoche (5 de noviembre de 2005) la bóveda celeste ofrecía una imagen espectacular de la luna, creciente y coronada por el planeta Venus. La foto que obtuve con mi cámara da sólo una pálida idea del hermoso espectáculo:



Me he imaginado que el poeta latino Publio Papinio ESTACIO (45-96 d. C.) debió de contemplar en el firmamento nocturno una escena similar, con la luna y Venus juntos, durante alguna de las noches en que se mantuvo en vela por culpa de un prolongado insomnio que padeció. Escribió un poema sobre esto, titulado Somnus, en el que suplica al dios Sueño que lo libere de ese insomnio tan devastador, y donde menciona precisamente a la Luna y a Venus (en su doble faceta de lucero del atardecer y del alba) como testigos de su agobiante desvelo. He aquí el texto latino, con una traducción castellana:

Crimine quo merui, iuvenis placidissime divum,
quove errore miser, donis ut solus egerem,
Somne, tuis? tacet omne pecus volucresque feraeque
et simulant fessos curvata cacumina somnos,
nec trucibus fluviis idem sonus; occidit horror
aequoris, et terris maria adclinata quiescunt.
septima iam rediens Phoebe mihi respicit aegras
stare genas; totidem Oetaeae Paphiaeque revisunt
lampades et totiens nostros Tithonia questus
praeterit et gelido spargit miserata flagello.
unde ego sufficiam? non si mihi lumina mille,
quae sacer alterna tantum statione tenebat
Argus et haud umquam vigilabat corpore toto.
at nunc heu! si aliquis longa sub nocte puellae
brachia nexa tenens ultro te, Somne, repellit,
inde veni; nec te totas infundere pennas
luminibus compello meis -hoc turba precatur
laetior-: extremo me tange cacumine virgae,
sufficit, aut leviter suspenso poplite transi.

¿Qué culpa o error he cometido, oh joven, el más plácido de los dioses,
triste de mí, para ser el único en carecer de tus dones,
Sueño? Calla todo el ganado, los pájaros y las alimañas,
y los árboles, reclinados, simulan un agotado sopor;
no es el mismo el fragor de los bravíos ríos, se alisa el rizado
del agua, y los mares reposan, arrellanados sobre las tierras.
Ya es la séptima Luna que contempla cómo velan mis penosos
ojos; siete veces los luceros del Eta y de Venus me visitan
y otras tantas la Aurora sobrevuela mi llanto,
rociándome, compadecida, con su gélido látigo.
¿Cómo podré resistir? Ni aun teniendo los mil ojos
del sagrado Argo durante sus turnos de guardia,
sin que velara nunca con su cuerpo entero.
Pero, ahora, ¡ah!, si alguien que da prietos abrazos a su chica
en el curso de la larga noche te rechaza a ti, Sueño, de grado,
vente de allí conmigo. Y no es mi súplica que abatas todas tus alas
sobre mis ojos –que sea éste el ruego de la gente
más feliz que yo–: tócame sólo con la punta de tu vara
(con eso basta), o pasa junto a mí suavemente de puntillas.

Se ha discutido mucho cuál es la motivación del insomnio de Estacio. Se ha propuesto una enfermedad, o su caída en desgracia ante el emperador Domiciano. Nunca lo sabremos con seguridad, pero yo creo (y así he postulado, hace ya años, en un artículo*) que lo que provoca el insomnio de Estacio es el duelo por la muerte de un ser muy querido, probablemente la esposa.

Este poema (el más breve, con diecinueve versos, de la producción de Estacio) ha conocido muchas imitaciones en las letras occidentales. Francisco de Quevedo, por ejemplo, compuso una “Silva al Sueño” que es una imitación libre y expansiva del poemita de Estacio.

En todo caso, el poema tiene muchos elementos que lo hacen emocionante y moderno:

1) El contraste entre el entorno dormido y el sujeto insomne.
2) La enumeración de la sucesión de los cuerpos celestes (Luna, lucero del atardecer y del alba, Aurora) como manifestación de paso del tiempo.
3) El sentimiento de desamparo, desamor y desánimo que impregna todo el poema, sin que el poeta lo exprese nunca explícitamente.

* "La Silva V 4 de Estacio: plegaria al Sueño", Habis 21 (1990), 121-138.


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4.11.05

La soledad del opositor de fondo

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Ecos de la anotación anterior

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10.10.05

Universidad española y acceso a la función docente: una experiencia ingrata

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12.9.05

La música que consuela

La música consuela de las penas, muy especialmente de las de amor. Quien canta, sus males espanta, nos recuerda el refranero popular español. Consuela componer música, ejecutarla y hasta simplemente escucharla. Un día, los neurobiólogos descubrirán, si no lo han hecho ya, que oír música incrementa la concentración de algún neurotransmisor del cerebro, como la serotonina o la dopamina, cuya presencia desciende catastróficamente cuando sufrimos de males de amor o estamos deprimidos.

Me ha recordado este motivo la lectura de un estupendo artículo de Mario Vargas Llosa, “El gusanillo de los libros”, en el diario El País de 21 de agosto de 2005, págs. 11-12. Este escritor nos recuerda el caso del compositor Gustav Mahler, que se consoló con la música de su infelicidad conyugal:

“[en] el verano de 1910, [...] Mahler, ya enfermo del corazón, devastado con el descubrimiento de que Alma, su mujer, lo engañaba con el arquitecto Walter Gropius, y luego de un viaje a Holanda para consultar a Sigmund Freud a fin de que lo aconsejara sobre cómo salvar su matrimonio, se las arregló para componer la Décima Sinfonía, en apenas un par de meses.”
Nihil novi sub sole ("nada nuevo bajo el sol"). El poeta latino Propercio nos cuenta en su poema 1.3 que, cuando hacía esperar a su amada Cintia, ésta se consolaba de la espera y de la angustia bordando y tañendo la lira. Son palabras puestas en boca de Cintia (vv. 37-46):

namque ubi longa meae consumpsti tempora noctis,
languidus exactis, ei mihi, sideribus?
o utinam talis perducas, improbe, noctes,
me miseram qualis semper habere iubes!
nam modo purpureo fallebam stamine somnum,
rursus et Orpheae carmine, fessa, lyrae;
interdum leviter mecum deserta querebar
externo longas saepe in amore moras:
dum me iucundis lassam Sopor impulit alis.
illa fuit lacrimis ultima cura meis.'

"Pues unas veces engañaba al sueño con el estambre,
y luego, agotada, con la tonada de la lira de Orfeo;
otras veces, abandonada, me quejaba quedo a solas
de tus frecuentes y largas ausencias en amoríos con otras:
hasta que el Sueño me empujó, agotada, con su gratas alas.
Esa fue la última preocupación de mi llanto."
Cintia habla de la lira de Orfeo. Precisamente este cantor mítico de Tracia tenía un poder mágico sobre la naturaleza: (con)movía las piedras, animaba árboles, amansaba fieras. Como el flautista de Hamelín, como Tamino (el protagonista de La flauta mágica). Orfeo perdió a su amada Eurídice, cuando ésta fue picada por una serpiente. Pero bajó al Hades a buscarla, y logró con la magia de su música conmover a la divinidades infernales para que le devolvieran a Eurídice a la vida. Pero los dioses del Averno le impusieron una condición: Orfeo no debía volverse a contemplar a Eurídice hasta que ambos no hubieran ascendido completamente del inframundo. Orfeo no fue capaz de cumplir esta condición, y perdió a su amada por segunda y definitiva vez. Virgilio cuenta toda la historia (en el libro IV de sus Geórgicas), y precisa que Orfeo se consolaba con la música cuando perdió a Eurídice por primera vez (vv. 464-466):

ipse caua solans aegrum testudine amorem
te, dulcis coniunx, te solo in litore secum,
te ueniente die, te decedente canebat.

"Él, consolando su desgraciado amor con el hueco caparazón,
te cantaba a ti, su dulce esposa, a ti a solas en la desierta ribera,
a ti al despuntar el día, a ti al ocaso."

6.8.05

Sobre la inmortalidad del alma (y la apuesta de Pascal)

Estoy seguro de que mis lectores juzgarán el tema de esta anotación inoportuno y aun impertinente en estas fechas estivales. En efecto, durante las vacaciones estivales dormitamos en una modorra continua; vivimos, por decirlo así, inmersos en la ilusión de un “siempre eterno todavía”; en ese contexto, es muy apropiado como tema de conversación para la playa, la piscina o las terrazas de copas todo lo relativo a la ola de calor (sin parangón en los anales), los trabajos de alicatado del transbordador Discovery, los fichajes de futbolistas y los destinos veraniegos de los famosos.

Pero la vida –también la estival– debía ser una meditatio mortis (“meditación sobre la muerte”), según postularon los escritores del neoestoicismo cristiano. Y yo acabo de terminar de leer, me crean o no, como lectura veraniega efectuada al borde de las piscina el tratado De senectute ("Sobre la vejez") de Cicerón, uno de cuyos pasajes me ha inspirado la redacción de este post.

En el último capítulo (85) del De senectute me ha parecido detectar un precedente bastante claro del llamado teorema, apuesta (pari) o paradoja del filósofo francés Blaise Pascal (1623-1662). Como se recordará, Pascal elaboró, en el fragmento 233de su libro Les Pensées (1670), una argumentación que pretendía, si no demostrar teóricamente la existencia de Dios, sí al menos persuadir a la humanidad de que era mucho más ventajoso ser creyente (creyente cristiano, según Pascal, que no era precisamente un multiculturalista) que ateo. En síntesis, su argumentación o apuesta afirma lo siguiente (el texto francés completo puede leerse aquí):

Aun partiendo de la premisa de que es imposible demostrar teóricamente la existencia de Dios, a efectos prácticos y por mero cálculo de posibilidades, tiene más sentido creer en Dios que no creer. Si crees, y Dios existe, serás recompensado eternamente tras la muerte; si crees, y Dios no existe, no has perdido nada. En cambio, si no crees en Dios, y existe, serás castigado eternamente; por último, si no crees en Dios, y en efecto no existe, no has ganado nada.
No entraré en la crítica teórica, ética y pragmática del teorema de Pascal. Hacia el año 45 a.C., retirado de la vida política, Cicerón escribió su tratado De senectute. Está escrito en forma de diálogo o, más precisamente, de alocución puesta en boca del escritor latino arcaico Catón el Censor (que también fue un político muy destacado). Y constituye un elogio de la vejez. O, por mejor decir, más que un elogio, lo que leemos es la reivindicación de la vejez contra cuatro acusaciones o reproches que se achacaban a esta etapa vital: 1) que comporta el cese de la vida activa; 2) que conlleva debilidad y enfermedad física; 3) que priva al sujeto del disfrute de casi todos los placeres; y 4) que no dista mucho de la muerte.

Como refutación del cuarto reproche, Catón afirma que la muerte no es un mal, pues está convencido de que el alma del hombre es inmortal. Así, cuando morimos, pasamos a un estadio de vida o post-vida (afterlife), más glorioso y pleno. En este punto, Catón argumenta, en claro precedente de Pascal, que, si está equivocado en esta convicción suya, no ha perdido nada:

Quodsi in hoc erro, qui animos hominum immortales esse credam, libenter erro nec mihi hunc errorem, quo delector, dum vivo, extorqueri volo; sin mortuus, ut quidam minuti philosophi censent, nihil sentiam, non vereor, ne hunc errorem meum philosophi mortui irrideant.

Pero si estoy equivocado en esto, en creer que los espíritus de los hombres son inmortales, yerro gustosamente y no quiero que me saquen mientras viva de este error, en el que me complazco; en cambio, si una vez muerto, como postulan algunos insignificantes filósofos, no siento nada, no temo que esos filósofos, muertos, puedan burlarse de este error mío.
[Una nota de lectura: la expresión “filósofos insignificantes” (minuti philosophi) designa a los filósofos epicúreos, que sostenían que el alma humana es mortal, destruyéndose con la muerte del hombre. ]

El pasaje constituye un claro modelo argumentativo de la apuesta de Pascal. Se podrá objetar que el paralelismo falla en un punto esencial: Cicerón (por boca de Catón) no se refiere específicamente a la existencia de Dios, sino a la inmortalidad del alma. Pero, a efectos prácticos, ambas creencias (existencia de Dios e inmortalidad del alma) son equivalentes, porque se implican mutuamente: Dios sólo puede castigar o recompensar a los hombres tras su muerte si éstos tienen un alma inmortal que pueda ser objeto de tales castigos o recompensas; y viceversa: sólo cobra sentido sostener la inmortalidad de las almas si se postula también que éstas, tras la muerte de los hombres, pueden ascender a un ámbito de vida (o de post-vida) administrado por una instancia sobrenatural, a la que, por definición, convenimos en llamar Dios.

Felices Vacaciones a todos.

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Actualización (7-Agosto-2005):

Dennis Mangan, autor de la bitácora Mangans' Miscellany, se hace eco y recomienda esta anotación. Muchas gracias, Dennis, por la deferencia. Y me alegro mucho de que hayas reanudado con energía renovada la publicación de posts, tras los pocos días de receso estival.

7.7.05

Los aires difíciles

Estos días estoy presenciado el rodaje en Zahara de los Atunes (Cádiz, España) de la película Los aires difíciles, dirigida por Gerardo Herrero. El film se basa, a su vez, en la novela del mismo título (Barcelona: Tusquets, 2002), obra de Almudena Grandes. Buena novela, que leí en su momento. Creo que el título en la novela de Grandes alude, al menos, a dos elementos temáticos de la historia:

  1. Los dos protagonistas están experimentando momentos de cambio sustancial en sus vidas: es decir, han cambiado de "aires";
  2. Los "aires difíciles" connota el viento molesto de Levante, tan común en la costa de Cádiz, donde se desarrolla el argumento.


La expresión, a su vez, procede de un poema de Manuel Altolaguirre (1905-1959). Este poeta fue también impresor y guionista de cine. Ha sido considerado un poeta menor de la Generación del 27, creo que injustamente. A Manuel Altolaguirre le afectó enormemente el fallecimiento de su madre, el 8 de septiembre de 1926. Dedicó muchos poemas, obsesivamente, a plasmar sus sentimientos por esta pérdida. Uno de estos poemas, muy conmovedor, se titula "Antes", y pertenece al libro Soledades juntas (1931):

ANTES

A mi madre.

Hubiera preferido
ser huérfano en la muerte,
que me faltaras tú
allá, en lo misterioso,
no aquí, en lo conocido.

Haberme muerto antes
para sentir tu ausencia
en los aires difíciles.

Tú, entre grises aceros,
por los verdes jardines,
junto a la sangre ardiente,
continuarías viviendo,
personaje continuo
de mi sueño de muerto.
Para decir en mala prosa lo que Altolaguirre dice en buen verso: "Habría preferido morir yo antes que tú, madre, para echarte de menos desde el otro mundo (yo, muerto, a ti, viva), en lugar de echarte de menos desde el mundo de los vivos (yo, vivo, a ti, muerta)". La expresión "en los aires difíciles" describe una cualidad del Mundo de los Muertos (llámese éste como se llame: Hades, Elisio, Infierno, Más allá...). Allí corren unos aires ingratos, "enrarecidos".

La caracterización del Más Allá en este poema, con sus aires particulares, siempre me ha recordado a la descripción del Hades que leemos en el libro VI de la Eneida de Virgilio. Como se recordará, Eneas debe bajar al Hades para consultar con su padre Anquises, muerto para entonces. El Más Allá virgiliano tiene varias estancias y secciones, pero el ámbito más grato es el de los Campos Elisios, donde están las almas de los individuos virtuosos. En este ámbito las almas disfrutan de su propio cielo, su propio sol y sus propias estrellas (vv. 638-41, 660-64):

devenere locos laetos et amoena virecta
fortunatorum nemorum sedesque beatas.
largior hic campos aether et lumine vestit
purpureo, solemque suum, sua sidera norunt. [...]

hic manus ob patriam pugnando vulnera passi,
quique sacerdotes casti, dum vita manebat,
quique pii vates et Phoebo digna locuti,
inventas aut qui vitam excoluere per artis
quique sui memores aliquos fecere merendo:

Llegaron a parajes alegres y a los gratos vergeles
de los bosques afortunados, felices moradas.
Aquí se extiende sobre los campos un cielo más amplio y con su luz
rosada los cubre, y conocen su propio sol, sus propias estrellas.

Aquí están los que sufrieron heridas en sus manos luchando por la patria,
quienes fueron castos sacerdotes, mientras su vida duraba,
y los píos profetas que enunciaron oráculos dignos de Febo,
o quienes dedicaron su vida al cultivo de artes ideadas
y quienes se hicieron merecedores de ser recordados.

Qué hermoso hexámetro: quique sui memores aliquos fecere merendo ("y quienes por su merecimiento hicieron que algunos los recordaran"). Como la madre de Manuel Altolaguirre, a la que éste recordó obsesivamente y en numerosos poemas.

5.7.05

Jardín de Flores Curiosas

Si la función metalingüística consiste en usar el lenguaje para analizar / comentar / discutir sobre el lenguaje mismo, creo que yo ahora estoy usando la función metablogiana o metabitacórica (vaya trabalenguas), pues me dispongo a redactar este post para comentar sobre otros blogs.

Pero no para comentar los contenidos u orientaciones ideológicas de otros blogs (me sustraigo, así, a polémicas: j' en ai eu assez a propósito del post "Otra vez las dos Españas"). No, prefiero hablar sólo sobre los títulos de otras bitácoras.

No me negarán que algunos títulos son para quitarse el sombrero. Por ejemplo, el del blog Laudator Temporis Acti, que toma el título de una frase de Horacio, Ars poetica 173. Significa, literalmente, "elogiador del tiempo pasado", como era precisamente Jorge Manrique: "cómo, a nuestro parescer,/ cualquiera tiempo pasado / fue mejor.". En el contenido, excelente también: recoge ecos de la literatura clasica en el mundo moderno (en la misma línea de lo que intento hacer yo, pero con más regularidad y sistema).

Muy bonito también el título Edad de Oro, del blog de mi amigo Javier Álvarez. Supongo que se refiere al tiempo primigenio e idílico que imaginaron y describieron Hesíodo, Arato, Ovidio y Virgilio, pero aludiendo simultáneamente a la edad de oro de las letras españolas (siglos XVI y XVII).

Los responsables de blog Après moi le déluge, que incluye todavía pocas flores (pero algunas muy interesantes y con gran nivel) tuvieron la amabilidad y deferencia de invitarme como colaborador ("contributor"), cosa que acepté muy gustosamente, aunque no he contribuido nada (por lo que les pido perdón desde aquí). Así que consto ahí como invitado... de piedra. Precioso y original título también, aprovechando la famosa frase atribuida al rey francés Luis XV.

Pero quizá uno de mis títulos favoritos sea el del blog Jardín de flores curiosas. Este título es el de una obra de Antonio de Torquemada, publicada en 1570, "en que se tratan algunas materias de humanidad, philosophia, theologia y geographia, con otras curiosas y apacibles". El libro de Torquemada es mencionado, por cierto, en el Quijote de Cervantes. Pero el título retoma una metáfora vegetal y floral que fue aplicada frecuentemente desde antiguo para designar libros que consistían en una selección o recopilación de pasajes o poemas. En el fondo, eso son los blogs o bitácoras: cada uno de ellos un jardín (una recopilación) constituido por una gran variedad de flores (cada uno de los posts o anotaciones).

Ya puestos, hagamos un poco de historia a propósito de esta metáfora. Ya el poeta griego Meleagro de Gadara compiló hacia el año 100 a. C. un libro con selecciones de epigramas griegos, al que tituló Stéphanos ("Guirnalda"). Y compuso un poema, a manera de prólogo de su libro, donde identificaba a cada poeta contribuidor con una flor distinta. Esa antología de Meleagro está hoy perdida como tal, pero es una de las bases fundamentales de lo que conocemos hoy como Antología Griega o Antología Palatina.

Se atribuye a Suetonio una obra, hoy perdida, titulada Prata ("prados, praderas"). El poeta latino Estacio, de época imperial, escribió cinco libros de poemas de temática variada, a los que llamó Silvae (literalmente: "bosques, matorrales"). Apuleyo recopiló en el siglo II d. C. un conjunto de pasajes de oratoria, y tituló a la recopilación Florida ("paisajes floridos").

Por supuesto, las denominaciones antología (literalmente: "selección de flores, bouqué") y florilegio (lo mismo, pero con raíces latinas en vez de griegas) se mueven en la misma línea.

Desde principios del siglo XVI se publicó por toda Europa una antología de pasajes poéticos latinos, obra del fraile Octaviano Mirándula. Este libro se llamó primero Viridarium (literalmente: "jardín / selección de hierbas") y luego, más frecuentemente, Illustrium poetarum flores. Fue un auténtico best-seller durante los siglos XVI y XVII, con numerosísimas ediciones y reimpresiones. Yo tengo la suerte de poseer un ejemplar de una edición de 1553 (cuya portada mostraré aquí más adelante; ahora estoy fuera de casa). Posteriormente, una antología, mucho más amplia, que tuvo un gran éxito en Europa ya en el siglo XVII, fue la Polyanthea Magna (literalmente: "Gran ramo variado") de Joseph Langius.

En España, el poeta antequerano Pedro de Espinosa (1578-1650) publicó en 1605 una excelente antología de poesía española, titulada Flores de poetas ilustres de España. Quizá no se recuerda que este libro supuso la primera edición de algunas poesías de autores como Góngora o Quevedo.

En fin, eso es lo que quería contar hoy. Estoy fuera, como he dicho antes, así que no cuento a mano con el material y la bibliografía necesarios. Es posible por ello que haya incurrido en alguna imprecisión o inexactitud. ¿Que donde estoy? En Zahara de los Atunes (Cádiz, España), tomando baños de mar, como se decía antes (en otro post hablaré, quizá, de esto). Dejo aquí una foto, tomada anteayer, para envidia de mis lectores:

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28.6.05

La capa de José

Fray Luis de León (1527-1591) es quizá mi poeta favorito. Un aspecto que me gusta particularmente de su poesía es la combinación de motivos de ascendencia pagana y bíblica. Él fue un gran traductor, tanto de textos bíblicos como latino-paganos. Y ese sincretismo se nota igualmente en su poesía original.

En su Oda IX, que lleva el título de “Las Serenas” (es decir, "Las Sirenas"), traza un retrato del sabio estoico ideal, inmune a las tentaciones. Desde el verso 39 de este poema, compara a este sabio con Ulises, que escuchó a las Sirenas, pero arbitró medios para resistir sus tentaciones. El pasaje evoca, por supuesto, la historia contada por Homero en Odisea XII 184-191: el héroe se hizo atar al mástil de su nave, para no dejarse arrastrar por la tentación, y tapó con cera los oídos de sus compañeros. Las dos últimas estrofas de esta Oda dicen (Nota: la que cantaba es la Sirena; el prudente es Ulises):

Ansí falsa cantaba
ardiendo en crueldad; mas él prudente
a la voz atajaba
el camino en su gente
con la aplicada cera suavemente.

Si a ti se presentare,
los ojos sabio cierra; firme atapa
la oreja, si llamare;
si prendiere la capa,
huye, que sólo aquel que huye escapa.
Lo interesante es que Fray Luis, en la estrofa final, combina la recreación de la historia de Ulises y las Sirenas con un episodio bíblico. En los dos últimos versos se refiere a la historia de la tentación del casto José (hijo de Jacob) por la mujer de Putifar, el capitán de la guardia del faraón. José consiguió escapar del acoso sexual de la mujer de Putifar, pero a costa de dejar su capa abandonada entre las manos de ella. Se cuenta esto en Génesis 39, 7-12, pasaje que copio aquí en el latín de la Vulgata, acompañado de una traducción castellana literal:

Erat autem Ioseph pulchra facie, et decorus aspecto. 7 Post multos itaque dies iecit domina oculos suos in Joseph, et ait: dormi mecum. 8 Qui nequaquam acquiescens operi nefario, dixit ad eam: Ecce dominus meus, omnibus mihi traditis, ignorat quid habeat in domo sua: 9 nec quidquam est quod non in mea sit potestate, vel non tradiderit mihi, praeter te quae uxor eius es: quomodo ergo possum malum hoc facere et peccare in Deum meum? 10 Huiuscemodi verbis per singulos dies, et mulier molesta erat adolescenti: et ille recusabat stuprum. 11 Accidit autem ut quadam die intraret Ioseph domum, et operis quippiam absque arbitris faceret: 12 et illa, adprehensa lacinia vestimenti eius, diceret: Dormi mecum. Qui relicto in manu eius pallio fugit, et egressus est foras.

Era por su parte José de hermoso rostro, y de apariencia elegante. Así, pasados muchos días el ama puso sus ojos en José, y le dijo: “Acuéstate conmigo”. Éste, opuesto radicalmente al acto sacrílego, le dijo a ella: “Resulta que mi señor, habiéndome confiando todo, no sabe ni lo que tiene en su casa. No hay nada que no esté bajo mi responsabilidad ni que no me haya confiado, excepto tú, que eres su mujer: ¿cómo puedo entonces cometer este delito y pecar contra mi Dios?”. Así le argumentaba él cada día, y la mujer estaba molesta con el joven, pero él rechazaba la coyunda. Sucedió a la sazón que cierto día José entró en la casa y se puso a realizar sus tareas, sin testigos. Y ella, agarrando el borde de su vestido, le dijo: “Duerme conmigo”. Él, abandonando su túnica en manos de ella, escapó y salió fuera.
Resulta curioso que la etimología del verbo español escapar (y de otros verbos parientes en lenguas europeas: ingl. to escape, fr. échapper, it. scappare) proceda de: ex + cappa. Pero cappa (inexistente en latín clásico) no significa en latín tardío y vulgar “capa” (= ing. cloak), sino “gorro” (ha pervivido con ese sentido en el inglés cap). Así que excappare significó originalmente algo así como “salir huyendo/corriendo, perdiendo el sombrero”. Por ello, y porque no es cappa el término que se usa para “capa” en el latín del episodio bíblico de la Vulgata, sino vestimentum y pallium, seguramente la etimología de escapar no tiene relación genética con este episodio bíblico de José, sino mera coincidencia (habría sido bonito que la etimología de escapar derivara de este episodio).

Para seguirle el rastro al motivo, todavía el poeta decimonónico Ramón de Campoamor (1817-1901), otro de mis favoritos a pesar de su descrédito actual, alude a la anécdota en su poema narrativo “Los grandes problemas” (del libro Los pequeños poemas), versos 21-24:

Aunque él está de su pudor seguro,
ve a una mujer, y como pueda, escapa,
dispuesto desde joven, por ser puro,
a hacer el sacrificio de una capa.

El motivo de José, la-capa-de-José, y la-mujer-de-Putifar-acosando-a-José-sexualmente-y-quedándose-con-su-capa-entre-las-manos (así como con un palmo de narices, añadimos nosotros) tiene también un amplio reflejo iconográfico en la pintura europea, especialmente en la época barroca. Mi cuadro favorito sobre el tema es de Tintoretto (1518-1594), pintado hacia 1544. La mujer de Putifar sujeta la capa de José, quien intenta escapar entre aspavientos. Ella se había despojado previamente de su propia capa (bueno, y de todo). Nótese además el aspecto no sólo casto, sino francamente afeminado, de José, con ese vestido y esos ricitos dorados:



También representa el mismo episodio el siguiente cuadro de Guido Reni, de hacia 1630:



Y ya en la pintura contemporánea, el tema aparece en el cuadro "Joseph and Potifar's Wife", de Richard McBee, pintado en el 2001:



Siempre he pensado que muchas veces en nuestra vida, por la codicia de no perder (o dejar de ganar) una capa (cualquier prebenda o privilegio), nos dejamos caer en tentaciones y claudicamos ante compromisos que nos amargan la existencia y de los que no podemos ex-cappar. No sabemos decir no a las proposiciones deshonestas.

Actualización (5 de julio, 2005)

La historia de José, claro, no acaba cuando dejó la capa entre las manos de la mujer de Putifar. Ésta lo acusó falsamente de haber intentando violarla. Se trata de un esquema de comportamiento conocido como "esquema de la mujer de Putifar": 1) Una mujer casada requiere a un joven; 2) éste la rechaza; 3) la mujer lo acusa falsamente ante su marido de haber intentado violarla o de haberle hecho proposiciones amorosas. El esquema se da en otras historias, especialmente de la mitología griega. La historia más conocida es la de Fedra, esposa de Teseo y enamorada de su hijastro Hipólito (hijo de Teseo y de una amazona). En el blog Laudator Temporis Acti, Michael Gilleland ha publicado un excelente post sobre este esquema.

Me gustaría hacer dos observaciones extra sobre curiosidades de esta historia:

  1. La mujer de Putifar tenía razones y necesidad para requerir sexualmente a José: su marido, Putifar, era un eunuco, según se dice bien claro en el Génesis.
  2. No sabemos cómo se llamaba la mujer de Putifar. No se indica en el texto bíblico. Este es un ejemplo significativo de una mujer importante cuyo nombre es silenciado. Otro ejemplo que se me ocurre ahora: la concubina de Agustín de Hipona ("San Agustín"), con la que éste tuvo un hijo, Adeodato, pero cuyo nombre nunca menciona en las Confesiones. El filósofo-escritor noruego Jostein Gaarder (más conocido como autor de El mundo de Sofía) publicó una novela, Vita Brevis (1996), en que se recogen las cartas ficticias de esta mujer, dirigidas a Agustín. Aquí si tiene ya nombre: Floria.

17.6.05

Otra vez las dos Españas

Me propuse no tratar en esta bitácora temas políticamente incorrectos, ni siquiera temas políticos (ni correctos ni incorrectos), pero reconozco que, en este caso, facit indignatio blogium. [Referencia: facit indignatio uersuum, Juvenal 1, 79]. Así que ahí va.

Mañana (18-Junio-2005) habrá en Madrid una manifestación en contra del Proyecto de Ley del Parlamento español que legalizará el matrimonio entre homosexuales. La manifestación es convocada por un autodenominado Foro de la Familia (o Foro por la Familia, no me acuerdo bien). Los representantes de este Foro que aparecen en los medios alardean de tener muchos hijos, todos los que "envía" Dios, a los que los padres "envían" habitualmente a colegios del Opus Dei. Hasta aquí nada demasiado extraño, salvo el hecho de que, contra lo que viene siendo habitual, esta manifestación no reinvidicará ningún derecho propio de un colectivo, sino que, al contrario, la manifestación se plantea para negar la posibilidad de que se conceda un derecho a un colectivo ajeno. Porque, obviamente, una ley que otorga a los homosexuales el derecho a casarse no obliga a nadie (y menos a los miembros del Foro de la Familia) ni a casarse ni a ser homosexual. Tampoco la ley de divorcio obligaba a nadie a divorciarse. Pero en fin.

La mayoría de los líderes del PP (el partido de derechas en la oposición: Nota para mis lectores extranjeros) ofrecen su apoyo, tácito o explícito, a la manifestación. Craso error, pero comprensible desde un punto de vista oportunista y partidista: quieren aprovecharse del conflicto para intentar erosionar al gobierno socialista.

Pero lo que más me indigna es que también la jerarquía católica preste su franco apoyo a la manifestación. Bastantes obispos han declarado que acudirán a la manifestación, e incluso han fletado autobuses para movilizar a sus parroquianos, y que hagan bulto en la algarada. Estas autoridades eclesiásticas deberían recordar la famosa frase de Jesús, la de "Dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios" (Mateo 22, 21). Para practicar un poco latín, copio aquí el texto de la Vulgata:

Reddite ergo quae sunt Caesaris, Caesari: et quae sunt Dei, Deo.

Lo que Jesús de Nazaret postulaba con ese frase era algo muy simple: que había que separar Iglesia y Estado, asuntos civiles y religiosos. Y el Proyecto de Ley criticado ahora es un proyecto de legislación civil, que no afecta para nada ni a la moral ni a los principios religiosos. Por ello, los jerarcas de la Iglesia deberían leer más la Biblia (en español o en latín) y preservar una necesaria posición de neutralidad, para no contribuir a una división maniqueísta entre dos Españas, la de los buenos y la de los malos (y ellos, claro, a favor de los buenos).

Otra vez estamos con las dos Españas. No es algo nuevo. Hoy que nos olvidamos de casi todo no convendría olvidar que durante la Guerra Civil Española (1936-1939) la Iglesia Católica se alineó sin disimulo con uno de los dos bandos en contra del otro. Podría haber mantenido una posición de neutralidad, o haber intentado mediar, o haberse dedicado a labores de asistencia humanitaria. Por el contrario, santificó a unos (los nacionales, los buenos) y satanizó a los otros (los rojos, los malos); alentó las purgas y ejecuciones de los malos (por lo visto, eso es lo que entendía por caridad cristiana). Y llamó a lo que era una sublevación militar, o una guerra civil si se quiere, "Cruzada" y "Guerra Santa". He aquí una pequeña galería de fotos para el recuerdo, con los obispos realizando el saludo fascista o paseando a Franco bajo palio:






Ahora también la Iglesia quiere confrontar a las dos Españas. Para la Iglesia (y para el Foro de la Familia), éstas son las dos Españas de ahora:

1) La España de los buenos, que es de derechas (vota al PP), cristiana y católica, y heterosexual sin fisuras (ellos, muy machotes todos; ellas, muy femeninas).

2) Y la España de los malos, que es de izquierdas (vota al PSOE o a IU), atea y descreída, y homosexual (todos ellos son maricones; y ellas, todas bolleras). [Según esto, me sorprende que a estas alturas todavía no hayan hecho correr el bulo de que Zapatero también es maricón (como dijeron de Borrell en su día).]
A mí, personalmente, me cuesta mucho encajar nítidamente en ninguna de las dos Españas: no soy homosexual, tengo pareja heterosexual e hijos, así que según eso estaría en la España 1). Pero, por otro lado, como ateo que soy estaría englobado en la España 2). Mis preferencias políticas no aclaran mucho el embrollo, pues desconfío profundamente tanto de la derecha como de la izquierda: en tanto que liberal estaría más en la España 1), pero como anárquico pertenecería quizá más a la España 2). Un verdadero descoloque, nunca mejor dicho.

El maniqueísmo consistente en dividir a la población en dos mitades, la de los buenos y la de los malos, tiene raíces muy antiguas. El responsable último es un señor que se llamó Agustín, que escribió en latín y que vivió entre los siglos IV y V d.C. d.C. Los cristianos lo consideran un Doctor de la Iglesia y un santo, y lo llaman San Agustín; los clasicistas lo llamamos más fríamente Agustín de Hipona (porque en esta ciudad africana fue obispo). Fue un auténtico fundamentalista religioso. Pero es un individuo cuya obra y pensamiento han tenido grandísima repercusión en la Iglesia Cristiana y, por tanto, en todo el Occidente. A Agustín de Hipona se debe, por ejemplo, el dogma sobre el Infierno, en colaboración con Jerónimo de Estridón (el autor de la Biblia Vulgata): Agustín y Jerónimo postularon que el Infierno era un lugar de sufrimiento físico y eterno, frente a otros Padres de la Iglesia, llamados "misericordistas", que sostenían que el fuego del Infierno era simbólico, temporal y purificador. Primó la tesis rigorista de Agustín y Jerónimo, que es la que sigue sosteniendo aún hoy la Iglesia Católica.

Agustín de Hipona, que en su juventud había pertenecido a la secta maniquea (¡qué casualidad!), escribió también una especie de Historia de la Humanidad, un mamotreto en 22 libros titulado la Ciudad de Dios (De civitate Dei). Ahí postula que en la Humanidad han coexistido siempre dos facciones o tendencias: la buena, la "Ciudad de Dios", que ha culminado en el Cristianismo; y la mala, la "ciudad terrenal" o "ciudad de los hombres", caracterizada por el pecado y el descreimiento. Ya están ahí las dos ciudades, las dos humanidades... las dos Españas.

Mañana, los miembros del Foro por la Familia, los líderes del PP y los jerarcas católicos acudirán a la Manifestación de la "España de Dios", en contra de una "España terrenal" compuesta por rojos, infieles y maricones.

10.6.05

When love make us gods

A study appearing in The Journal of Neurophysiology shows that romantic love is a biological urge distinct from sexual arousal. See here. [I am grateful to Miryam Librán for the link].

So love is not a sublimation of sexual urge (as Freud used to think), and is not only a literary convention. It is a physiological affection, provoking a set of symptoms in the "patient". One of these is that love make the lover feel literally like a god. I have written an essay on this (in Spanish): "Cuando el amor nos hace dioses" (When love make us gods).

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24.5.05

No sepas lo que pasa

Nos gusta proteger a nuestros hijos. Deseamos fabricar un ámbito a su alrededor que los preserve del mundo real. Fuera de ese espacio protegido impera el mal, la desgracia, los accidentes, las enfermedades, la pobreza, las contrariedades. Los queremos inmunes, incólumes y exentos de todo ello. A eso aspiramos.

Terminada la guerra civil española (1936-1939), el poeta Miguel Hernández (1910-1942) es condenado a muerte. Se le conmuta la pena por la cadena perpetua. Estando preso en la cárcel de Torrijos, recibe una carta de su esposa, Josefina Manresa. Ésta le comunica que tiene tan gran penuria de medios que sólo se alimenta de pan y de cebolla. Josefina y Miguel tienen entonces un hijo de pecho, Manuel Miguel. El poeta le dedica al hijo uno de su más conmovedores poemas, las "Nanas de la cebolla": ahí expone su aspiración a que el hijo viva feliz, despreocupado e inmune a la desgracia y miseria que lo rodea. He aquí el principio y el final de este poema:


Skyphos: Afrodita y Eros (410 a.C.)


NANAS DE LA CEBOLLA

(Dedicadas a su hijo a raíz de recibir una carta de
su mujer, en la que le decía que no comía más que pan y cebolla)

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso. [...]

Vuela, niño, en la doble
luna del pecho:
Él, triste de cebolla,
tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
En la mitología griega, Acrisio, el rey de Argos, no quería que su hija Dánae concibiera, pues un oráculo había predicho que el nieto de Acrisio mataría a su abuelo. Por eso Acrisio encerró a su hija en una torre. Pero Dánae concibió de Zeus, quien se filtró por el techo de la prisión en forma de lluvia de oro (por cierto, en mi ciudad hay una agencia inmobiliaria con el inapropiado nombre de Dánae: seguro que los pisos que venden tienen goteras):


Tiziano: Dánae (ca. 1545)


Y así Dánae tuvo a su hijo Perseo. Pero cuando el rey se enteró, arrojó a Dánae y al bebé Perseo al mar, dentro de un arca de madera. Ya en alta mar, se desata una terrible tempestad. Pero el niño duerme plácidamente. Y Dánae le canta una nana, para mantenerlo ajeno a los peligros circundantes. Se describe el episodio en un fragmento lírico del poeta griego Simónides de Ceos (556-467 a. C.), que dice así en traducción castellana:

Cuando dentro del arca bien labrada
la arrastraban los soplos del viento
y el agitado oleaje,
se sintió sobrecogida de terror, y con mejillas húmedas
se abrazó a Perseo y le habló:

“¡Ah, hijo, qué angustia tengo!
Pero tú dormitas, duermes como niño de pecho,
dentro de este incómodo cajón de madera de clavos de bronce
que destellan en la noche,
Tumbado en medio de la tiniebla azul oscuro.
No te inquietas por la ola que lanza
por encima de tus cabellos la espuma
marina ni del bramar del viento, recostando
tu bella carita en mi mantilla de púrpura.
Si para ti terrible fuera lo que es terrible,
ya habrías prestado oído ligero a mis palabras.
Pero te lo ruego, duerme, niño mío.
Que duerma también el alta mar, duerma la inmensa desgracia.
Ojalá se mostrara algún cambio,
Zeus Padre, movido por ti.
Y si con alguna palabra atrevida
y al margen de lo justo te invoco, ¡perdóname!

(Traducción: C. García Gual)

Quizá Miguel Hernández se inspirara en este pasaje de Simónides de Ceos. O quizá ambas composiciones hayan surgido independientemente, nacidas de una tendencia universal en los hombres: la de proteger a sus hijos, en un intento de ocultarles que es terrible lo que es terrible.

22.5.05

Festival de Eurovisión: comentario filológico y sociológico

Advierto con horror y sentimiento de culpa que hace ya casi un mes que no publico una nota en este blog. No tengo excusa para este incumplimiento flagrante del motto nulla dies sine linea, salvo, quizá, la falta de cosas que decir. Y no sé si esta inopia se corregirá en el futuro. Es de notar, sin embargo, que el número de visitas de lectores de este blog no ha descendido, sino aumentado, a pesar de mis afrentas, ausencias y agravios. En especial, tienen muchas visitas las anotaciones (posts) sobre la expresión "echar un polvo", que han suscitado, además, muchos comentarios y réplicas de parte de mis fieles lectores. Gracias.

Ayer se celebró el Festival de Eurovisión, televisado en todas las televisiones europeas (supongo que no en América). Las canciones eran bastante malas, en su mayoría (me gustó la de Suiza). Ganó Grecia, con un auténtico bodrio de canción. Pero en el Festival se observaron algunas curiosidades dignas de comentario:
  1. Lo que más me llamó la atención es que, desde el punto de vista lingüístico, una amplia mayoría de países (más de dos tercios del total) renunciara a sus dignas y hermosas lenguas nacionales, para cantar en inglés. De este modo, el inglés se ha convertido en una auténtica lingua franca del Festival. Algunos casos llamativos de países cantando en inglés: Malta, Grecia, Chipre y... Rusia (!): ¡qué extraño se hace oír a Rusia cantar en la lengua de la potencia yankee, enemiga acérrima durante tantas décadas de Guerra Fría!
  2. En cada país los ciudadanos votaban por teléfono o por SMS. No podían, votar, obviamente, por el propio país. Pero en varios casos se ha dado la circunstancia curiosa de que los inmigrantes entranjeros en un país han votado por su país de origen. Así, la canción más votada por y en España ha sido la de... Rumanía (!?): obviamente los votantes de esta canción han sido los numerosos gitanos rumanos que pululan en España; en la misma línea, la segunda canción más votada por Alemania ha sido Turquía (hay muchos inmigrantes turcos en Alemania).
  3. La canción más votada por el Reino Unido fue la de Grecia: ¿acaso para descargar la mala conciencia o en desagravio por el expolio de las esculturas del Partenón, hoy en el Museo Británico, que fueron llevadas de Grecia a Londres por el conde de Elgin entre 1801 y 1806? Creo sinceramente que más les valdría a los ingleses devolver a Grecia lo que le sustrajeron (y poner en su lugar en el Museo Británico unas resultonas réplicas de escayola), en lugar de votarles por una canción tan mala.

En fin, eso es lo que quería comentar sobre el Festival de Horrorvisión (algunas cosas, con todo, se salvaban: la cantante mulata que representaba a los hijos de la Gran Bretaña era realmente guapa y alegraba la vista, aunque la canción era pésima, y quedó merecidamente la última). Y me callo aquí, porque creo que ya me he deslizado demasiado por los parajes de lo políticamente incorrecto, "The undiscover'd country, from whose bourn /No traveller returns". Igual se me ha contagiado algo del blog Mangan's Miscellany, de Dennis Mangan.

Actualización (25 de Mayo, 2005; 17.30h):

1) Cuando escribí lo anterior, relativo a las esculturas del Partenón arrebatas a Grecia, no sabía que la cuestión de los "mármoles de Elgin" (Elgin's Marbles) sigue siendo objeto de debate candente en estos días. Pues sí: véase aquí.

2) Y otra cosa: creo sinceramente que hay aproximadamente las mismas posibilidades de que el Reino Unido devuelva las esculturas del Partenón a Grecia como de que devuelva Gibraltar a España.

24.4.05

Un chascarrillo de Juan Valera (y su fuente clásica)

Este año, fecha de conmemoración de tantos aniversarios literarios (El Quijote, Andersen, José María Gabriel y Galán), se celebra también el Primer Centenario de la muerte del escritor Juan Valera (1824-1905), oriundo de Cabra (Córdoba, España).

Juan Valera

Tuve ocasión de asistir el pasado viernes 22 de Abril a un interesante recital de textos del autor que tuvo lugar en la Biblioteca de Rabanales de la Universidad de Córdoba. Había también una exposición bibliográfica sobre Valera. Uno de los libros expuestos era una edición de la obra Cuentos y chascarrillos andaluces. Este ejemplar estaba abierto por la página en que podía leerse el chascarrillo titulado "A quién debe darse crédito". El texto de este chiste está accesible aquí, y lo copio también a continuación para comodidad de mis lectores:


Llamaron a la puerta. El mismo tío Pedro salió a abrir y se encontró cara a cara con su compadre Vicentico.

Buenos días, compadre. ¿Qué buen viento le trae a usted por aquí? ¿Qué se le ofrece a usted?

-Pues nada... confío en su amistad de usted... y espero...

-Desembuche usted, compadre.

-La verdad, yo he podado los olivos, tengo en mi olivar lo menos cinco cargas de leña que quiero traerme a casa y vengo a que me empreste usted su burro.

-¡Cuánto lo siento, compadre! Parece que el demonio lo hace. ¡Qué maldita casualidad! Esta mañana se fue mi chico a Córdoba, caballero en el burro. Si no fuera por esto podría usted contar con el burro como si fuese suyo propio. Pero, qué diablos, el burro estará ya lo menos a cuatro leguas de aquí.

El pícaro del burro, que estaba en la caballeriza, se puso entonces a rebuznar con grandes bríos.

El que le pedía prestado dijo con enojo:

-No creía yo, tío Pedro, que usted fuese tan cicatero que para no hacerme este pequeño servicio, se valiese de un engaño. El burro está en casa.

-Oiga usted, replicó el tío Pedro. Quien aquí debe enojarse soy yo.

-¿Y por qué el enojo?

-Porque usted me quita el crédito y se lo da al burro.
No es descartable que Juan Valera hubiera oído en ambientes populares este chiste, o alguna versión parecida. Pero Juan Valera era un conocedor destacable de la literatura clásica. Tenía buenos conocimientos de latín y hasta una cierta familiaridad con el griego clásico. Y, así, cabe la sospecha de que el chascarrillo "A quien debe darse crédito" sea una versión de Valera de un chiste contado ya por Cicerón en un pasaje del tratado De oratore (2.276) sobre Nasica y Enio. He aquí la versión del chiste en Cicerón, con traducción castellana:


ut illud Nasicae, qui cum ad poetam Ennium venisset eique ab ostio quaerenti Ennium ancilla dixisset domi non esse, Nasica sensit illam domini iussu dixisse et illum intus esse; paucis post diebus cum ad Nasicam venisset Ennius et eum ad ianuam quaereret, exclamat Nasica domi non esse, tum Ennius "quid? ego non cognosco vocem" inquit "tuam?" Hic Nasica "homo es impudens: ego cum te quaererem ancillae tuae credidi te domi non esse, tu mihi non credis ipsi?"

Como aquella anécdota de Nasica: éste, como hubiera ido a casa del poeta Enio y, al preguntar por él desde la puerta, la esclava le hubiera dicho que no estaba en casa, Nasica se dio cuenta de que ella había dicho eso por orden del amo y de que sí estaba dentro; unos pocos días después, cuando Enio fue a casa de Nasica y preguntó por él en la puerta, el propio Nasica gritó que no estaba en casa. Entonces Enio le dijo: "¿Cómo que no? ¿Es que no reconozco tu propia voz?". Y entonces Nasica le contestó: "Eres un sinvergüenza: cuando yo pregunté por ti, creí a tu esclava al decir que no estabas en casa, ¿y tú no me crees a mí mismo?"
Actualización (15-Mayo-2005)

A propósito de esta nota, Dennis Mangan, el autor del blog Mangan's Miscellany (un blog inteligente, punzante, culto y, a veces, políticamente muy incorrecto), ha publicado una traducción al inglés del chascarrillo de Juan Valera. Gracias por la deferencia, Dennis.

20.4.05

Nuntio vobis magnum gaudium

Habemus Papam. Ya tenemos Papa, elegido ayer (19-Abril-2005): Joseph Ratzinger. No me voy a manifestar sobre la impresión que me suscita la personalidad, ideología y trayectoria del nuevo Papa. Desde que empecé a redactar este blog, me propuse hacer primar los temas de cultura y literatura; y obviar cuanto pudiera cuestiones de política y religión.

Pero sí diré que la elección (o, más bien, la proclamación) del nuevo Papa me ha conmovido lingüísticamente. Sí: lingüísticamente. Porque el cardenal protodiácono Jorge Arturo Medina Estévez (chileno), cuando se asomó al balcón de las bendiciones, dio el anuncio en latín. Como debe ser. Me alegró presenciar que el latín, por una vez, se usa para dar noticias al mundo entero, por tanto como lingua franca (lengua internacional de comunicación). El protodiácono habló latín, obviamente, con pronunciación eclesiástica o italiana (esperable, pero qué pena), no clásica o erasmiana. Y dijo esto, que copié al vuelo en una libreta (perdón por algún posible fallo de transcripción):

Nuntio vobis gaudium magnum, habemus Papam: Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum, Dominum Iosephum, Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Ratzinger, qui sibi nomen imposuit Benedicti Decimi Sexti.

Os anuncio a vosotros una gran motivo de alegría, tenemos Papa: el eminentísimo y reverendísimo Don, Don José, Cardenal de la Santa Romana Iglesia Ratzinger, quien se impuso a sí mismo el nombre de Benedicto Décimo Sexto.

Fue curioso que la multitud de personas que se apiñaban en la Plaza de San Pedro todavía no identificaba al nuevo Papa cuando oyeron hasta ...Dominum Iosephum, es decir, el nombre de pila del Cardenal, en latín. Y sólo cuando se escuchó el inequívoco apellido, ...Ratzinger, la gente identificó al elegido y aclamó el nombramiento.

Algunas observaciones lingüísticas sobre el mensaje:

1) La frase "Nuntio vobis gaudium magnum" es prácticamente una paráfrasis de la expresión que usa el ángel en el Evangelio de Lucas (versión de la Biblia Vulgata) para anunciar a los pastores el nacimiento de Jesús:

Et dixit illis angelus: “ Nolite timere; ecce enim evangelizo vobis gaudium magnum, quod erit omni populo, quia natus est vobis hodie Salvator, qui est Christus Dominus, in civitate David. (Luc 2, 10-11)

Y le dijo a ellos el ángel: "No temáis; pues he aquí que os anuncio a vosotros lo que será motivo de gran gozo para todo el pueblo, que ha nacido hoy vuestro Salvador, el que es el Señor Ungido, en la ciudad de David.

2) El sustantivo Iosephum, para el nombre de pila del Cardenal Ratzinger, aparece declinado (aquí, en acusativo) en la alocución de Medina Estévez. Es correcto, pero en la Biblia Vulgata el nombre Ioseph (nombre del padre putativo de Jesús de Nazareth) aparece siempre indeclinado, en esa forma (Ioseph), con independencia del caso en que vaya. Es, en efecto, muy habitual en el latín de la Biblia Vulgata que los sustantivos que son producto de la transcripción de antropónimos hebreos sean indeclinables: Abraham, Isaac, Jacob, David.

3) También la frase "qui sibi nomen imposuit Benedicti Decimi Sexti" es correctísima en latín (no, como algunos medios de comunicación transcriben, Benedictum). Pero en el latín de la Biblia Vulgata se habría dicho algo así como qui vocavit nomen sui Benedictum Decimum Sextum. Compárese:

Exsurgens autem Ioseph a somno fecit, sicut praecepit ei angelus Domini, et accepit coniugem suam; et non cognoscebat eam, donec peperit filium, et vocavit nomen eius Iesum. (Matt 1, 24-25)

Por su parte, José, tras despertar del sueño, hizo como le había ordenado a él el ángel del Señor, y aceptó a su esposa; y no tenía relación sexual con ella hasta que parió a un hijo, y lo llamó con el nombre de Jesús.

Pero reconozco que queda mucho mejor (suena más "latín clásico") la expresión del protodiácono que la que yo he perpetrado aquí.

Suerte y ánimo para el nuevo Papa. Valeat et fortunatus sit recens Papa.

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13.4.05

More on nomen omen

My recent post entitled nomen omen, kindly translated to English by Dennis Mangan (the author of the blog Mangans' Miscellany), has found some echo in the blogosphere. Horace Jeffery Hodges, author of the blog Gypsy Scholar, has published a long, personal and extremely interesting post on the issue. Thanks, Jeffery.

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A Gladiator of Corduba (Hispania)

The past week I visited the Archaeological and Ethnological Museum in my city, Córdoba, Spain, formerly the ancient Roman city Colonia Patricia (website of the Museum: here). A collection of funerary inscriptions dedicated to gladiators is preserved in the museum (see here, for a relevant collection of epitaphs, in Latin with French translation). In fact, it is the most numerous and significant collection of gladiators’ epitaphs of all that have been found in Roman Hispania. These epitaphs can be dated between the first and second centuries A.D. (a date, moreover, not so distant from the epoch in which the film Gladiator unfolds). In these epitaphs we encounter a summary of the life and personal characteristics of each gladiator: the type of combatant he was (Thracian, Myrmillo, charioteer), his name, fatherland, age at death, victories attained, family circumstances.

As an example, here is an epitaph dedicated to the gladiator Probus (which I have chosen for two reasons: the curious personal circumstances of the deceased; and the ease of reading of the inscribed letters). It is inscription CIL (Corpus Inscriptionum Latinarum) II2/7, 363:

CIL II2/7 363

MVR. > R
PROBVS
PAVIL.IXXXXIX
NATIONE.GERMA
H.S.E.S.T.T.L
VOLVMNIA.SPERA
CONIVCI.PIO
MERENTI
P.VOLVMNIVS.
VITALIS.PATRI.PIO
S.T.T.L

And here, the reconstruction:

Mur(millo). (contra)r(etiarius)
Probus.
P(ubli) A(urelii) Vi(talis) l(ibertus). IXXXXX (victoriarum)
natione.Germa(nus)
h(ic).s(itus).e(st).
S(it). t(erra). t(ibi). l(evis).
Volumnia. Spera(ta)
coniugi. pio.
merenti (fecit).
P(ublius). Volumnius.
Vitalis patri. pio (fecit)
S(it). t(erra). t(ibi). l(evis).

Translation:

“The Myrmillo, opponent of the Retiarius, Probus, freedman of Publius Aurelius Vitalis, 49 times a winner, German by race, lies here. May the earth be light upon you. Volumnia Sperata, in honor of her affectionate husband, who deserves it, and Publius Volumnius Vitalis, for his affectionate father, made the monument. May the earth be light upon you.”
From this epitaph the following information is implied:

1) The gladiator Probus performed with the weaponry of a Myrmillo, consisting of helmet, protective chain mail on the arm, shield, and sword. The myrmillo is a type of fish. The shape of the helmet’s crest of the Myrmillo calls this fish to mind. This Myrmillo was specialized in fighting in single combat (hoplomachia) against a Retiarius gladiator, who was provisioned with net and trident (as if he were a fisherman whose objective was to “catch” the Myrmillo). Here is a representation of a Mirmillo, in terracotta:

Mirmillón

2) Probus was a freedman (a manumitted slave). Therefore, he was now a free citizen, not a slave. That is to say, he would belong to the category of free citizens voluntarily enrolled as slaves (auctorati).

3) The inscription demonstrates that he had a wife and a son. Technically, gladiators had no right to marry (ius conniubii), but in practice they would normally live in concubinage with a woman (generally of servile origin), whom they called wife (coniux, uxor). In fact, their wives dedicate the majority of gladiators’ epitaphs.

4) The peculiarity of this inscription is that the son also appears as dedicator, which is practically a unique case among all gladiators’ epitaphs which have been found. The existence of a son is a specific and curious detail which approximates the figure of the gladiator Probus to Maximus, the protagonist of Gladiator.

5) Probus was possibly the winner of 49 victories (although an error on line 3 of the inscription can be appreciated), which allows us to suppose that he succumbed in combat number 50.

[English translation: Dennis Mangan]

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12.4.05

Un "gladiator" de Corduba (Hispania)

La semana pasada visité el Museo Arqueológico y Etnológico de Córdoba (España), mi ciudad, la antigua ciudad romana Colonia Patricia (Web site del museo: aquí). En el museo se conserva un conjunto nutrido de incripciones funerarias, dedicadas a gladiadores (véase un conjunto similar, con texto latino y traducción francesa: aquí). De hecho, se trata del conjunto más numeroso y significativo de epitafios de gladiadores, de todos los hallados en la Hispania romana. Estos epitafios pueden datarse entre el siglo I y II d.C. (una fecha, por tanto, no demasiado distante a la época en que transcurre la película Gladiator). En estos epitafios encontramos un resumen de la vida y características personales de cada gladiador: el tipo de combatiente que era (tracio, mirmillón, conductor de carro), su nombre, patria, edad a su muerte, victorias conseguidas, circunstancias familiares.

Como ejemplo, he aquí el epitafio dedicado al gladiador Probo (que he escogido por dos razones: las circunstancias personales curiosas del sujeto; y la lectura nítida de las letras inscritas). Se trata de la inscripción CIL [Corpus Inscriptionum Latinarum] II2/7, 363:

CIL II2/7 363

MVR. > R
PROBVS
PAVIL.IXXXXIX
NATIONE.GERMA
H.S.E.S.T.T.L
VOLVMNIA.SPERA
CONIVCI.PIO
MERENTI
P.VOLVMNIVS.
VITALIS.PATRI.PIO
S.T.T.L.
Y aquí, la reconstrucción:

Mur(millo). (contra)r(etiarius)
Probus.
P(ubli) A(urelii) Vi(talis)
l(ibertus). IXXXXX (victoriarum)
natione.Germa(nus)
h(ic).s(itus).e(st).
S(it). t(erra). t(ibi). l(evis).
Volumnia. Spera(ta)
coniugi. pio.
merenti (fecit).
P(ublius). Volumnius.
Vitalis patri. pio (fecit)
S(it). t(erra). t(ibi). l(evis).
Traducción:

"El mirmillón, contrincante del retiario, Probo, liberto de Publio Aurelio Vital, vencedor 49 veces, germano de patria, aquí yace. Que la tierra te sea leve. Hicieron el monumento Volumnia Esperada, en honor de su afectuoso marido, que lo merece, y Publio Volumnio Vital, por su afectuoso padre. Que la tierra te sea leve."
De este epitafio se desprende la información siguiente:

1) El gladiador Probo actuaba con el armamento de un mirmillón, consistente en casco, malla protectora del brazo, escudo y espada. El mirmillón es un tipo de pez. La forma de la cresta del casco del mirmillón recordaba al pez. Este mirmillón estaba especializado en luchar en combate singular (hoplomaquia) contra un gladiador retiario, provisto de red y tridente (como si fuera un pescador cuyo objetivo era “pescar” al mirmillón). He aquí la representación de un mirmillón, en terracota (nótese la cresta del casco, similar a una aleta de tiburón):


Mirmillón

2) Probo era liberto (esclavo manumitido). Por tanto, era ya ciudadano libre, no esclavo. Es decir, pertenecería a la categoría de los ciudadanos libres enrolados voluntariamente como eslavos (auctorati).

3) La inscripción muestra que tenía esposa e hijo. Técnicamente, los gladiadores no tenían derecho a casarse (ius conniubii), pero en la práctica solían vivir en concubinato con una mujer (generalmente de origen servil), a la que llamaban esposa (coniux, uxor). De hecho, en la mayoría de los epitafios de gladiadores descubiertos en el territorio del Imperio Romano las dedicantes son las esposas.

4) La particularidad de esta incripción es que también aparece el hijo como dedicante, lo cual es prácticamente un caso único en el conjunto de epitafios de gladiadores hallados. La existencia de un hijo es un detalle concreto, curioso, que aproxima la figura del gladiador Probo con Máximo, el protagonista de Gladiator.

5) Posiblemente, Probo fue vencedor en 49 victorias (aunque se aprecia un error del lapicida en la línea 3 de la inscripción), lo que nos permite suponer que sucumbió en el combate número 50.

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4.4.05

José María Gabriel y Galán (1870-1905)

El viernes pasado (1 de Abril) impartí una conferencia sobre el tema "La poesía de José María Gabriel y Galán", invitado por la dirección de la Biblioteca Maimónides (Biblioteca Central de la Universidad de Córdoba, en el Campus de Rabanales). El tema de la conferencia venía sugerido por el hecho de que en este año de tantas otras conmemoraciones se conmemora, también, el Primer Centenario de la muerte del poeta (1870-1905).

Galán

Yo iba con la intención de aportar razones para la actualidad de la poesía de Gabriel y Galán: la actitud bucólica de retiro al campo, el coloquialismo de su estilo y el recurso a la poesía de la experiencia. Pero sólo fueron 8 ó 9 personas de auditorio a la conferencia, mayormente los propios anfitriones (a los que les doy cordialmente las gracias desde aquí), así que, supongo, fui yo el quien al final quedó convencido de la escasa actualidad de Galán y del nulo interés que despierta. O quizá sea problema mío, que no tengo suficiente poder de convocatoria.

En cualquier caso, se puede leer una versión escrita y resumida de lo que dije en la conferencia:

aquí .

Y para regalo y solaz de mis lectores, copio a continuación un pasaje de Galán, un nostálgico y sentido encomio de la vida tradicional en el campo. El texto pertenece al poema "El ama", del libro Castellanas (1902), versos 65-96. Entronca con una tradición eclógica con referentes en Garcilaso y Fray Luis de Léon; y su fuente última es, creo, un texto latino: Virgilio, Geórgicas II, versos 483-540:

El alma se empapaba
en la solemne clásica grandeza
que llenaba los ámbitos abiertos
del cielo y de la tierra.

¡Qué plácido el ambiente,
qué tranquilo el paisaje, qué serena
la atmósfera azulada se extendía
por sobre el haz de la llanura inmensa!

La brisa de la tarde
meneaba, amorosa, la alameda,
los zarzales floridos del cercado,
los guindos de la vega,
las mieses de la hoja,
la copa verde de la encina vieja...

¡Monorrítmica música del llano,
qué grato tu sonar, qué dulce era!

La gaita del pastor en la colina
lloraba las tonadas de la tierra,
cargadas de dulzuras,
cargadas de monótonas tristezas,
y dentro del sentido
caían las cadencias,
como doradas gotas
de dulce miel que del panal fluyeran.

La vida era solemne;
puro y sereno el pensamiento era;
sosegado el sentir, como las brisas;
mudo y fuerte el amor, mansas las penas,
austeros los placeres,
raigadas las creencias,
sabroso el pan, reparador el sueño,
fácil el bien y pura la conciencia.

30.3.05

nomen omen (English version)

I have just finished reading the novel Oracle Night by Paul Auster (b. 1947, New Jersey), in a Spanish translation (Barcelona: Anagrama, 2004). A novel which is well constructed using the technique of Russian dolls: a novel within another novel within another novel…

But what interests me here is that the protagonist, the author’s alter ego, reflects upon a curious belief which I have shared since my youth: the enunciation of a future deed may occasion its fulfillment in reality. That is to say, a verbal enunciation, a word, a name (nomen), can have a performative force, conjuring the destiny (omen) and therefore determining the future. Here are some comments on the matter in Auster’s novel:

“Thoughts are real,” he pronounced. “Words are real. Everything human is real, and at times we know things before they occur, even when we are not conscious of it. We live in the present, but the future is always in us. It may be that writing is reduced to that, Sid. Not to set down the deeds of the past, but to cause things to happen in the future. (p. 235) […]

After more than twenty years of those events, I think that Trause was right. Sometimes we know things before they happen, even though we never find out.” (p. 236)
The Romans shared this superstition. They blindly believed that a verbal enunciation could determine the future. The very word for “fate” in Latin is fatum, which literally means “that which is said” (linguistically fatum is the neuter form of the passive perfect participle of the defective verb *for, “to speak, to say”).

Let us now evoke a relevant episode from the history of Rome.

We are in the year 230 B.C. The Illyrian kingdom (located on the Adriatic coast, facing Italy, in the territory that today is Albania) follows an expansionist policy under the reign of the queen Teuta. In addition, the kingdom sponsors piracy in the Adriatic, which harms Rome’s sea-borne commerce (just as in the 16th century the kingdom of England sponsored pirates who attacked Spanish galleons in the Atlantic). The Romans, after attempting a diplomatic settlement, undertake a war against the Illyrian kingdom. And in the year 229 they conquer the cities of Corcyra (modern Corfu), Apollonia, and Epidamnos. They do not depose Queen Teuta, but force her to submit to tribute and limit the expansion of her kingdom, and establish a protectorate in the occupied territories:

Illyricum

But the name of the city of Epidamnos raises a bad omen for the Romans, since they fear that their occupation would prove “to the harm” (epi-damnum) of Rome. The solution?: they change the name, introducing the already existing denomination Dyrrachium (modern Durrës, in Albania, some 30 km west of Tirana). The Latin writer Pomponius Mela, whose origin was in Hispania and the author of the geographic compendium De chorographia, alludes to this change of name:

Dein sunt quos proprie Illyrios vocant, tum Piraei et Liburni et Histri. urbium prima est Oricum, secunda Dyrrachium, Epidamnos ante erat, Romani nomen mutavere, quia velut in damnum ituris omen id visum est. (2.56)

Then they come those who are called Illyrians, and also Piraeans, Liburnians, and Histrians. The most important of their cities is Oricum, the second Dyrrachium, which was previously called Epidamnos, but the Romans changed its name, for it seemed to them an augury that would be a misfortune for those who arrived.
One final detail. As the Romans considered that the mere mention of a misfortune could cause it to take place, they frequently used a linguistic and rhetorical formula which they called aversio, in order to prevent its fulfillment (therefore with an apotropaic character, in order to ward off misfortune). The basic formula is quod di omen avertant (“may the gods avert such an omen”), although there can be variants (see Oxford Latin Dictionary s.v. omen, 2b). For example, in his fourth Philippic, Cicero mentions Mark Anthony’s intention to militarily conquer Rome and to share out the booty among his henchmen. To prevent that which is pronounced as a possibility from reaching fulfillment, Cicero adds the corresponding formula of aversio:

Quibus M. Antonius –o di inmortales, avertite et detestamini, quaeso, hoc omen!– urbem se divisurum esse promisit. (Cic. Phil. 4.9)

With these, Mark Anthony –oh immortal gods, drive away and detest, I beg you, this augury!– has promised that he would share Rome.

[English translation: Dennis Mangan]

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29.3.05

nomen omen

Acabo de terminar de leer la novela La noche del oráculo (Título original: Oracle night), de Paul Auster (New Jersey, 1947), en traducción castellana (Barcelona: Anagrama, 2004). Una novela bien construida con la técnica de las muñecas rusas: novela dentro de otra novela dentro de otra novela...

Pero lo que me interesa aquí es que el protagonista, alter ego del autor, reflexiona sobre una curiosa creencia que yo he compartido desde mi juventud: el enunciado de un hecho futuro pueda ocasionar su cumplimiento en la realidad. Es decir, un enunciado verbal, una palabra, un nombre (nomen) pueden tener una fuerza performativa, conjurando el destino (omen) y determinando, por tanto, el futuro. He aquí algunos comentarios sobre la cuestión en la novela de Auster:

“Los pensamientos son reales –sentenció-. Las palabras son reales. Todo lo humano es real, y a veces conocemos las cosas antes de que ocurran, aun cuando no seamos conscientes de ello. Vivimos en el presente, pero el futuro está siempre en nosotros. Puede que el escribir se reduzca a eso, Sid. No a consignar los hechos del pasado, sino a hacer que ocurran cosas en el futuro. (p. 235) [...]

Al cabo de más de veinte años de aquellos hechos, creo que Trause estaba en lo cierto. A veces conocemos las cosas antes de que ocurran, aunque no lo sepamos.” (p. 236)
Los romanos compartían esa superstición. Creían ciegamente que un enunciado verbal podía determinar el futuro. La misma palabra para “destino” en latín es fatum, que significa literalmente “lo dicho” (lingüísticamente fatum es forma neutra del participio de perfecto pasivo del verbo defectivo *for, “hablar, decir”).

Evoquemos ahora un episodio relevante de la historia de Roma. Estamos en el año 230 a. C. El reino del Ilírico (emplazado en la costa adriática, frente a Italia, en el territorio que hoy es Albania) practica una política expansionista, bajo el reinado de la reina Teuta. El reino patrocina, además, la piratería en el Adriático, que perjudica el comercio marítimo de Roma (igual que en el siglo XVI el reino de Inglaterra patrocina a los piratas que atacan los galeones españoles en el Atlántico). Los romanos, tras intentar un arreglo diplomático, emprenden una guerra contra el reino Ilírico. Y en el año 229 conquistan las ciudades de Corcyra (moderna Corfú), Apollonia y Epidamnos. No deponen a la reina Teuta, pero la someten a tributo y limitan la expansión de su reino, estableciendo un protectorado en los territorios ocupados.

Illyricum

Pero el nombre de la ciudad de Epidamnos suscita un mal agüero para los romanos, ya que temen que su ocupación vaya a resultar “para-daño” (epi-damnum) de Roma. ¿Solución?: cambian el nombre, implantando la denominación ya existente de Dyrrachium (moderna Durrës, en Albania, a unos 30 km. al oeste de Tirana). El escritor latino Pomponio Mela, de origen hispano y autor del compendio geográfico De chorographia, alude a este cambio de nombre:

Dein sunt quos proprie Illyrios vocant, tum Piraei et Liburni et Histri. urbium prima est Oricum, secunda Dyrrachium, Epidamnos ante erat, Romani nomen mutavere, quia velut in damnum ituris omen id visum est. (2.56)

Luego vienen a los que llaman propiamente ilirios, y también pireos, liburnos e histros. La más importante de sus ciudades es Orico, la segunda Dirraquio, que antes se llamaba Epidamnos, pero los romanos cambiaron su nombre, pues les pareció un augurio de que iba a servir de desgracia para los que llegaran.
Un último detalle. Como los romanos consideraban que la mera mención de una desgracia podía causar que ésta ocurriera, usan frecuentemente una fórmula lingüística y retórica, que llamamos aversio, para prevenir ese cumplimento (por tanto, con un carácter apotropaico, para alejar la desgracia). La fórmula básica es quod di omen avertant (“ojalá los dioses alejen tal agüero”), aunque puede presentar variantes (cf. Oxford Latin Dictionary s.v. omen, 2b). Por ejemplo, Cicerón en su cuarta Filípica menciona la intención de Marco Antonio de conquistar militarmente Roma y repartirse el botín entre sus secuaces. Para evitar que alcance cumplimiento lo que se enuncia como posibilidad, Cicerón añade la correspondiente fórmula de aversio:

Quibus M. Antonius –o di inmortales, avertite et detestamini, quaeso, hoc omen!- urbem se divisurum esse promisit. (Cic. Phil. 4.9)

A éstos Marco Antonio -¡oh dioses inmortales, alejad y aborreced, os lo ruego, este augurio!- ha prometido que ha de repartirles Roma.

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27.3.05

(Más) de los nombres de los días

Aunque creo que no he incurrido en errores factuales de bulto en mi anterior post, sobre los nombres de los días, sí me he deslizado en algunas imprecisiones, así que no está de más añadir algunos complementos y precisiones sobre algunos aspectos.

1) Digo "La semana de siete días (y no de ocho) se implantó en la Europa Occidental en la alta Edad Media, y precisamente por influencia cristiana: se rememoraba el hecho de que Dios hubiera creado el mundo en siete “días”, según el relato bíblico de la creación (Génesis 1,1-2,4)."

Más concretamente: la semana de siete días se implantó en el Imperio Romano antes, en el 321 d.C., por decreto del emperador Constantino I el Grande. Lo que se estaba adaptando, obviamente, era la semana judía, "lunar", esto es, de siete días. También la semana egipcia era lunar, de siete días. La semana de siete días se llama lunar porque viene a coincidir con una fase de la luna; y cuatro semanas equivalen a un ciclo lunar completo. Lo que Constantino I el Grande innovó es cuándo empezaba la semana y qué día era fiesta. En la semana judía era festivo el día séptimo, el sábado. La semana "cristiana" de Constantino empieza el lunes; y el día festivo es el séptimo, el domingo. Se escogió el domingo como día festivo porque se consideraba que fue el día en que resucitó Cristo; según los evangelios, Cristo murió el sexto día de la semana judía, víspera del sábado (Luc 24, 54), y resucitó al tercer día (Luc 24, 6), esto es, el domingo, con cómputo inclusivo.

2) Obviamente "domingo" procede de (dies) dominicus (sintagma usado por Martín de Braga) o, mejor, del acusativo (diem) dominicum. Pero esa etimología requiere que dies fuera de género masculino en el latín tardío y vulgar de Hispania, lo que explica las derivaciones del español, gallego y portugués "domingo". En cambio, en otras regiones del Imperio Romano Occidental dies es femenino: y, así, (dies) dominica da "doménica" en italiano; "dimanche" en francés; y "diumenge" en catalán.

3) Dios no creó, según el Génesis bíblico, propiamente el mundo en siete días, sino más bien en seis (Gen 1), y el séptimo descansó (Gen 2, 1).

4) Martín de Braga es santo para los cristianos; su onomástica se celebró muy recientemente, el 20 de marzo.

5) El título del post, "De los nombres de los días", obviamente evocaba el título De los nombres de Cristo de un ensayo de Fray Luis de León, con uso latinizante y arcaico de la preposición "de" (= "sobre", "regarding").

6) Agradezco cordialmente las palabras de aprecio sobre mi post (y sobre el blog) de Dennis Magan, creador del interesante blog sobre filosofía, política y literatura Mangans' Miscellany. Tomo nota también del tironcillo de orejas.

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24.3.05

De los nombres de los días

Ya que estamos en la semana por excelencia del año, en la Semana con mayúsculas, la Semana Santa, quizá no esté de más presentar una breve discusión sobre los nombres de los días de la semana en español.

Los nombres de los siete días de la semana en español son (aquí parece que estoy dando una lección de Barrio Sésamo para niños de cuatro años): lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo. En su nomenclatura se documenta la combinación de dos tradiciones contrapuestas: la clásico-pagana y la cristiana.

Para empezar, el concepto mismo de “semana”, entendido como ciclo de 7 días, no es romano, sino cristiano. En la Roma clásica no existía una semana de siete días, sino un ciclo de ocho días, llamado NVNDINAE. En el primer día de cada NVNDINAE se celebraba el mercado fuera de las murallas de Roma. La semana de siete días (y no de ocho) se implantó en la Europa Occidental en la alta Edad Media, y precisamente por influencia cristiana: se rememoraba el hecho de que Dios hubiera creado el mundo en siete “días”, según el relato bíblico de la creación (Génesis 1,1-2,4).

Durante la Antigüedad tardía y la alta Edad Media los siete días de la semana se consagraban a dioses paganos, de donde tomaron su nombre:

- el lunes a Diana (la divinización de la luna),
- el martes a Marte,
- el miércoles a Mercurio,
- el jueves a Júpiter,
- el viernes a Venus,
- el sábado a Saturno,
- y el domingo a Apolo (divinización del sol).

Estas advocaciones paganas de los días perviven en la nomenclatura actual en español de los cinco días “laborables” (esto es, de lunes a viernes). Así:

(dies) Lunae > lune[s]
(dies) Martis > martes
(dies) Mercurialis > miércoles
(dies) Iovis > jueves
(dies) Veneris > viernes

Algunas observaciones sobre la anterior lista:

1) Los nombres de los días proceden de un sintagma constituido por el sustantivo dies (que acabó por elidirse, al sobreentenderse), más otro sustantivo en genitivo que designaba al dios (Lunae, Martis, Iovis, Veneris). En un caso no se usa un sustantivo en genitivo para designar al dios en cuestión, sino un adjetivo (Mercurialis).

2) La denominación del primer día de la semana debió ser “lune” en lugar de “lunes”, pero la “-s” final se añadió por obvia analogía con el resto de los días de la semana.

3) La denominación pagana de estos cinco días se mantiene en prácticamente todas las lenguas románicas occidentales: italiano, francés, catalán.

En cambio, los dos días más “festivos” de la semana, el sábado y el domingo, no mantuvieron el nombre clásico-pagano, sino que recibieron denominaciones religiosas:

- el sábado procede del sabat, el día festivo de los judíos;
- y el domingo de (dies) dominicus, “el día del Señor”.

Por tanto, la consagración del sábado a Saturno y del domingo a Apolo-sol desapareció en español y en todas las lenguas románicas (pero pervive, por ejemplo, en inglés: Saturday, Sunday).

Es curioso que en el Siglo VI d. C. el monje e intelectual Martín de Braga (520-580 d. C.) rechazara estas adscripciones paganas de los siete días de la semana, en su tratado contra las superticiones de los hombres rurales titulado De correctione rusticorum. He aquí los pasajes relevantes:


deum habent iratum et non ex toto corde in fide Christi credunt, sed sunt dubii in tantum ut nomina ipsa daemoniorum in singulos dies nominent, et appellent diem Martis et Mercurii et Iovis et Veneris et Saturni, qui nullum diem fecerunt, sed fuerunt homines pessimi et scelerati in gente Graecorum. [...] (8) Qualis ergo amentia est ut homo baptizatus in fide Christi diem dominicum, in quo Christus resurrexit, non colat et dicat se diem Iovis colere et Mercurii et Veneris et Saturni, qui nullum diem habent, sed fuerunt adulteri et magi et iniqui et male mortui in provincia sua! (9)

[Los campesinos] tienen enfadado a Dios y no creen de todo corazón en la fe de Cristo, sino que están indecisos, hasta el punto de que denominan cada uno de los días con nombres de demonios y, así, hablan del día de Marte, Mercurio, Júpiter, Venus y Saturno, quienes no crearon día alguno, sino que fueron personas malvadas y criminales de la raza de los griegos. [...] Por tanto, ¡qué locura tan grande es que un hombre bautizado en la fe de Cristo no venere el día del Señor, en el que Cristo resucitó, sino que diga que él venera el día de Júpiter, de Mercurio, de Venus y de Saturno, quienes no poseen ningún día, sino que fueron adúlteros, brujos y malvados, ajusticiados vergonzantemente en su tierra!
Martín, obispo de Braga, no consiguió completamente derrotar esta superstición en Hispania, pues en español los nombres nombres paganos perviven en cinco días de la semana. Pero, curiosamente, sí lo logró en su mayor ámbito de influencia, en la Galicia sueva, como sugiere el hecho de que en las denominaciones de los días en portugués no quede rastro de las advocaciones a dioses paganos. En portugués, los días de la semana (empezando por el lunes) son: segunda-feira, terca-feira, quarta-feira, quinta-feira, sexta-feira, sábado, domingo.

La denominación de los días laborables en portugués es un hecho insólito y excepcional en el panorama de las lenguas romances, y posiblemente Martín de Braga no fuera ajeno a su origen.

Somos fruto de la historia. Conocer mejor nuestra historia es conocernos mejor a nosotros mismos. Los dos pilares básicos de la historia de Europa Occidental son la civilización clásica y el cristianismo. No sé si por ese orden y en la proporción 5-2.

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10.3.05

El poema más breve de Juan Ramón

La semana pasada visité una tienda de las que venden y compran objetos usados. Son la versión moderna, aun bajo el paraguas de una marca registrada y de una franquicia, de los antiguos traperos y chamarileros. Compré un libro por un euro (!): Piedra y cielo, de Juan Ramón Jiménez, en una tercera edición, publicada en Buenos Aires en 1968.

Piedra y cielo

El papel es de mala calidad y el tiempo se ha puesto amarillo sobre él (que diría Miguel Hernández), pero la tipografía es muy legible y hermosa. Mereció la pena el euro que me costó el libro, aunque sólo fuera por el primer poema, que en su brevedad ocupa entera la primera página de texto:

I

EL POEMA

I

¡No le toques ya más,
que así es la rosa!


El Poema

Este es, quizá, el poema más corto y famoso de Juan Ramón, y uno de los más famosos de toda la poesía española. Desde luego su sentido último es críptico, pero parece sugerir un deseo de simplicidad y de brevedad, un anhelo de huir de toda afectación. Y ese ideal puede aplicarse a todo: tanto al estilo de vida como al estilo poético.

Siempre he estado convencido de que Juan Ramón se inspiró para su brevísimo poema en la Oda I 38 de Horacio. He aquí el texto latino:


Persicos odi, puer, apparatus,
displicent nexae philyra coronae;
mitte sectari, rosa quo locorum
sera moretur.

simplici myrto nihil allabores
sedulus, curo: neque te ministrum
dedecet myrtus neque me sub arta
uite bibentem.
Y aquí una traducción castellana, literal:


Muchacho: detesto el boato persa,
me desagradan las guirnaldas trenzadas sobre corteza de tilo;
deja de indagar dónde la rosa
crece, tardía.

Deseo que no te esfuerces, afanoso, por mejorar
el mirto: no cuadra mal contigo, esclavo,
el mirto, ni conmigo, mientras bebo
bajo la espesa fronda de la parra.
Y he aquí una imitación en inglés de William Cowper (1731-1800).


Boy, I hate their empty shows,
Persian garlands I detest,
Bring not me the late-bloom rose
Lingering after all the rest:

Plainer myrtle pleases me
Thus outstretched beneath my vine,
Myrtle more becoming thee,
Waiting with thy master's wine.
¿Y qué tienen en común el poemita de Juan Ramón y la Oda I 38 de Horacio? Pues tres elementos, al menos (mucho, si se considera la brevedad de ambos poemas):
  1. La mención de una rosa.
  2. La alocución yusiva a un interlocutor, en segunda persona.
  3. Y el ideal subyacente a ambos poemas: simplicidad. En el estilo de vida y en el estilo poético.

Simplicidad, qué hermosa palabra.

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6.3.05

Tío

En castellano actual, el lexema tío, tía tiene dos acepciones principales, distintas y algo incompatibles entre sí:

a) Tío designa a un pariente, el hermano del padre o de la madre (= ing. uncle, lat. patruus [“tío paterno”], auunculus [“tío materno”]. Ejemplo de uso: “Mi tío fue mi padrino de boda”.

b) Tío es también un término coloquial y un tanto despectivo para designar un hombre o persona cualquiera, con un sentido análogo a “individuo, tipo” (= ingl. old fellow, fellow, chap, guy; lat. quidam). Ejemplo de uso: “¿Pero qué se habrá creído ese tío?”.

La etimología del término es muy curiosa. Tío deriva del griego theios, que significa primariamente “divino”, pero que también podía usarse como título honorífico, con el sentido casi de “respetable, venerable, señor”.

Theios, ya con pronunciación itacista thios, debió de introducirse como t(h)ius en el léxico del latín vulgar de algunos reinos románicos occidentales, evolucionando luego ya en las lenguas romances: a tío en español, zio en italiano. [La aspiración se pierde en español, y se mantiene, aunque alterada, en italiano]. Una fecha probable para esta introducción del término griego en el latín vulgar pudo ser el siglo VI d. C., momento en que ya estaba generalizada la pronunciación itacista del griego. Entonces, además, el Imperio Bizantino, bajo el mando del emperador Justiniano, intentaba reconquistar y recomponer el Imperio Romano en toda la cuenca del mediterráneo. Lo consiguió parcialmente, en tiempo y espacio: logró apoderarse de toda Italia y de una franja costera de Hispania (arrebatando, en el caso español, el territorio al Reino de los Visigodos). Estas cosas no se recuerdan, pero lo cierto es que un trozo de Hispania fue territorio bizantino (es decir, griego), durante tres cuartos de siglo, aproximadamente desde el 552 al 625. He aquí un mapa de la Hispania del siglo VI, donde se marca en color naranja oscuro la ocupación bizantina:

Hispania en el siglo VI

En español el término tío era primariamente un tratamiento de respeto, aunque usado en contextos familiares o rurales, que designaba una categoría inferior a los títulos de “Señor” o de “Don”. Esta acepción antigua derivaría de la connotación respetuosa que hemos visto para el griego theios. Con esa acepción se documenta, por ejemplo, en el Lazarillo de Tormes (1554). El joven lazarillo se dirige con este título al viejo ciego:

“- No diréis, tío, que os lo bebo yo, –decía-, pues no le quitáis de la mano”.

Portada del Lazarillo, 1554

Creo que ya desde tempranamente tío se usó también en la acepción a), para aludir al pariente hermano del padre o de la madre. Pero lo importante es que el lexema, con la acepción del tratamiento de respeto que acabamos de ver, se fue desgastando, adquiriendo una connotación un tanto despectiva e imprecisa (que es lo que hemos llamado acepción b). Este proceso de desgaste pudo culminar en el siglo XIX. Y desde entonces se produce la fricción e incompatibilidad entre las acepciones a) y b) que hemos distinguido arriba.

De hecho, por culpa de la acepción despectiva b), el término tío puede resultar tabú con la acepción a). Es el mismo funcionamiento lingüístico que ya vimos en este blog sobre el lexema polvo en este post y en éste. De ahí que, con la acepción a), tío sea sustituido a veces, especialmente en el lenguaje infantil, por el diminutivo hipocorístico tito.

Y todo esto fue causado, quizá, por la conquista bizantina de Hispania, allá por el siglo VI después de Cristo.

Nota: La portada del Lazarillo reproducida arriba es la de la edición de Medina del Campo (1554), una edición desconocida hasta que se descubrió un ejemplar escondido en una casa de Barcarrota (Badajoz, España), a finales de 1995. Dicho ejemplar fue editado en edición facsímil: Lazarillo de Tormes [Medina del Campo, 1554], Mérida: Editora Regional de Extremadura, 1996.

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